Daniel Ceán-Bermúdez
@daniel_cean

El sensacional triunfo del Abebe Bikila en la maratón del año 1960 en Roma es considerado habitualmente la primera victoria africana en la carrera con más tradición del programa olímpico. Sin embargo, siendo estrictos, antes que el fabuloso atleta etíope otros dos corredores nacidos en el continente africano, Boughera El Ouafi (en Ámsterdam 1928) y Alain Mimoum (en Melbourne 1956) ganaron una medalla de oro en la distancia de los 42,195 kilómetros. Los dos nacieron en Argelia, pero los dos consiguieron su éxito representando a Francia, de ahí que no se les considere oficialmente ‘africanos’ por mucho que, en realidad, lo fueran.

Curiosamente, antes aún que ellos se dio el caso contrario: un campeón olímpico de maratón que consiguió la victoria para un país africano pero había nacido en Europa. Se trata de Kennedy Kane McArthur, vencedor como representante de Sudáfrica en la maratón olímpica de los Juegos celebrados el año 1912 en Estocolmo. La suya es, por tanto, la primera medalla de oro olímpica ganada por un país africano en atletismo. Pero al igual que ocurre en el caso de las mujeres con la saltadora de altura sudafricana Esther Brand, campeona olímpica en Helsinki 1952, rara vez se menciona a ninguno de los dos cuando se habla de los primeros campeones de su continente por mucho que, evidentemente, Sudáfrica sea un país africano a todos los efectos.

Kennedy Kane McArthur con el trofeo de ganador en la maratón olímpica de Estocolmo 1912

El caso de McArthur viene a ser justo lo opuesto a lo habitual en estos tiempos en que los atletas africanos consiguen éxitos para países europeos. Aunque, eso sí, las circunstancias no tienen nada que ver. A principios del siglo XX eso de las ‘nacionalizaciones express’ de deportistas estaban todavía lejos de ponerse de moda. Lo suyo fue muy diferente. Nacido el 10 de febrero de 1881 en Dervock, un pequeño pueblo del norte de Irlanda, el joven ‘Ken’ era un alto y fornido irlandés, de más de metro ochenta de estatura y complexión rocosa, que trabajaba de cartero recorriendo largas distancias a pie para repartir el correo por el condado de Antrim. Un trabajo con poco futuro para alguien que quería conocer mundo. Así que, cuando cumplió los veinte años, decidió enrolarse en el cuerpo policial del ejército británico enviado a las colonias del imperio en el sur de África para combatir la rebelión de los Boers. Y, a parte de hacer la guerra, el policía irlandés también tuvo tiempo para el amor. Conoció a la joven hija de unos colonos y decidió que, después de todo, los verdes valles de su Irlanda natal estaban muy bien pero la calidez que había encontrado en el otro extremo del mundo le gustaba más. Una vez acabada la guerra se casaron y Ken entró a formar parte de la nueva policía colonial.

En su nuevo trabajo, el agente McArthur volvía a recorrer grandes distancias a pié, esta vez en labores de patrulla. Y pronto empezaba a utilizar también su resistencia a las largas distancias para competir en pruebas atléticas. En 1908 ganaba las dos primeras maratones en las que tomaba parte, las de Johanesburgo y Ciudad del Cabo. Y, sobre todo, pasaba al primer plano de la actualidad deportiva en su país de adopción cuando ganaba el campeonato nacional de campo a través por delante de Charles Hefferon, flamante subcampeón olímpico de la maratón tras concluir segundo en la prueba de controvertido final celebrada unos meses antes en Londres con Dorando Pietri como héroe y Johhny Hayes como ganador. Tres victorias más en las tres siguientes maratones que disputaba durante los dos siguientes años, elevaban a cinco sus triunfos consecutivos en la prueba cuando era elegido para formar parte del equipo de Sudáfrica en los Juegos Olímpicos que se iban a celebrar en Estocolmo en el verano del 1912.

Charles Hefferon, medalla de plata en la maratón olímpica de Londres 1908

Su compañero en la maratón era Christiam Gitsham, un atleta mucho más bajo y con el aspecto más típico de un fondista de la época que el alto y musculoso McArthur. Y también a diferencia del policía, que nunca había competido fuera de Sudáfrica, era mucho más experto en carreras internacionales, con un segundo puesto en el Harriers ‘Poly’ maratón de Londres como resultado más importante. Una prueba en la que tanto el sudafricano como el ganador, el canadiense James Corkery, estaban en camino de batir el record mundial cuando un error de los jueces, que les hicieron girar en sentido contrario al entrar al estadio de White City para dar la última vuelta antes de cruzar la meta, significó que recorrieran menos metros y la marca no pudiese ser homologada.

Tanto Gitsham como Corkery estaban entre los favoritos para la maratón olímpica de Estocolmo, que congregaba el 14 de julio, en el nuevo estadio de la capital sueca, a 68 atletas con representación de los cinco continentes. El mayor contingente era el europeo, con más de dos tercios de los participantes. De ellos, doce eran atletas suecos, entre los que las mayores esperanzas del público local recaían sobre uno que, en realidad, había nacido en la vecina Finlandia, Sigfrid Jacobsson, ganador de la maratón de Estocolmo dos años antes, en el que era su debut en la distancia. Pero la mejor baza del viejo continente estaba precisamente en otro finlandés de nacimiento que sí competía en representación de su país. Se trataba de Tatu Kolehmainen, el hermano mayor del extraordinario Hannes, que en los días anteriores se había convertido en la gran estrella del atletismo en aquellos Juegos, logrando la medalla de oro en las pruebas de 5000 metros, 10000 metros y campo a través.

Sigfrid Jacobsson era la mejor baza de los suecos para ganar la maratón de los Juegos de Estocolmo

Del resto del mundo, la delegación estadounidense era la más numerosa y, sobre el papel, la que contaba con mejores especialistas de la maratón. Estaba compuesta nada menos que por doce atletas, entrenados por el ganador en Londres, Hayes, y con los seis primeros de la maratón de Boston en sus filas así como otros corredores que se habían clasificado en pruebas de menor distancia, como el nativo indio Lewis Tewamina, plata en el 10000 unos días antes, o el emigrante italiano Gaston Strobino.

Pese a no tener experiencia en maratón, Gaston Strobino acabaría siendo el mejor clasificado del potente equipo estadounidense

En todo caso, pocos contaban con el altísimo McArthur, cuya espigada figura con camiseta verde destacaba aun más en un grupo casi totalmente vestido de blanco para combatir el intenso calor. Porque el día de la competición, cuya salida estaba prevista para las 13:45 horas, el sol lucía con fuerza en todo lo alto del cielo de Estocolmo y los termómetros marcaban más de 30º a la sombra. Iba a ser una carrera realmente dura, sobre un recorrido que partía del Estadio Olímpico para realizar un trayecto de ida y vuelta con la iglesia de Sollentuna, situada a 20 kilómetros de distancia, como punto intermedio. El total de la competición se había establecido en 40,2 kilómetros que eran los habituales entonces para las pruebas de maratón, en lugar de la ‘excéntrica’ distancia de 42,195 utilizada en los Juegos de Londres para satisfacer los caprichos de la reina británica. No sería hasta los Juegos de París, en 1928, cuando esta última longitud para la prueba se convertiría en oficial.

Tres minutos más tarde de lo previsto, a las 13:48 y tras colocar meticulosamente a los atletas, que llegaban caminando en formación a la línea de salida, en la pista del estadio, se daba la salida ante unos graderíos llenos a rebosar. La prueba de maratón se celebraba en día festivo y había generado un enorme interés en los habitantes de Estocolmo. Los que no consiguieron una entrada, o no se pudieron permitir pagar su alto precio, abarrotaban los caminos por los que iba a discurrir la prueba. Unos caminos de piso irregular y polvoriento en un día tan caluroso, pese al celo de los eficientes organizadores suecos, que habían regado el terreno unas horas antes para combatir el polvo en lo posible. Esa era una de las varias medidas que habían tomado para tratar de preservar la salud de los atletas y evitar las escenas vistas en las anteriores maratones olímpicas disputadas en París, San Luis y Londres. En las dos primeras, los atletas habían tenido que sufrir el polvo de los caminos y el tráfico local. Y en las tres, no habían tenido ocasión de avituallarse de líquidos, más allá de lo que cada uno hubiera podido agenciarse. Así que en Estocolmo, además de regar el recorrido, se había prohibido cualquier presencia de vehículos alrededor de los participantes, se habían establecido cuatro puestos con bebida para evitar en lo posible las deshidrataciones y un contingente de médicos estaba alerta en el trazado por si se requería su intervención.

Pero toda precaución iba a ser poca en una jornada tan calurosa. Aún con todo lo previsto por la organización, y pese al atuendo blanco de la mayoría de los corredores, muchos de los cuales se protegían además la cabeza con un pañuelo para tratar de paliar los efectos del achicharrante sol, el calor era intensísimo y la competición acabaría cobrándose un muy notable número de bajas. La más dramática sería la del portugués Lázaro, que fallecería poco después en el hospital al que se le trasladaba después de caer desvanecido y totalmente exhausto. La más anecdótica con el paso del tiempo, la del japonés Kanakuri, que sería dado por desaparecido y ‘completaría’ la prueba cincuenta años después para un reportaje televisivo en el que se contaba su curiosa peripecia.

En total, sólo la mitad de los que iniciaron la carrera acabaron volviendo al estadio. Para el entusiasmo del público local, el primero en salir de su pista fue uno de los atletas del equipo sueco, Alexis Ahlgren, que aguantó en el grupo de cabeza durante el primer tercio de la competición, siguiendo de cerca al gran favorito, Tatu Kohlemainen. El finlandés estaba dispuesto a hacer buenos los pronósticos y en el kilómetro cinco ya iba al frente del estirado grupo, que corría por la acera para evitar el piso más irregular de la carretera. Con él estaban el sueco Ahlgren y un jovencísimo italiano, de sólo 17 años de edad, Carlo Speroni. Pero tanto el sueco, llevado por la motivación extra de correr en casa, como el transalpino, cegado por la osadía de la juventud, cederían terreno pronto después de haber sobrestimado sus fuerzas. Al paso por el kilómetro 15, el finlandés lideraba en solitario, seguido unos metros más atrás por dos atletas vestidos de verde. Eran los dos sudafricanos, el más bajo y conocido Gitsham y el más alto y desconocido McArthur, sobre cuyas posibilidades el propio Gitsham había advertido, cuando muchos le daban a él como favorito, diciendo que en Sudáfrica había un corredor mejor.

Gitsham era el más conocido de los sudafricanos gracias a su segunda plaza en el Harriers marathon de Londres

A mitad de carrera, Gitsham había dejado atrás a su compañero y alcanzado al primogénito de los Kohlemainen, que empezaba a sufrir los efectos del calor. Poco después, totalmente agotado, Tatu no tendría más remedio que abandonar sin poder emular los éxitos de su hermano Hannes. La retirada del nórdico dejaba a los dos sudafricanos ocupando las dos primeras posiciones. En el camino de retorno al estadio, McArthur se ponía a la altura de Gitsham y los dos seguían juntos durante un buen trecho. Parecía que iban a llegar así hasta el final. Pero en una zona en ligera subida, cerca ya de la meta, el más alto de los dos tomaba ventaja. En las crónicas de la época hay versiones contradictorias sobre lo ocurrido. Unas hablan de que McArthur se distanció aprovechando el repecho. Otras de que tomó ventaja porque su compañero se detuvo a beber mientras él no lo hizo pese a que ambos habían acordado pararse a la vez. Sea como fuere, poco después, la imponente figura vestida de verde, con el emblema del ‘springbook’ en el pecho, que entró en el estadio era indudablemente la de McArthur. Y menos mal que aún le quedaban unos gramos de fuerzas, porque un excesivamente diligente organizador le puso encima una pesada corona de laurel cuando todavía le restaban los 300 metros finales sobre la pista del estadio, que recorrió visiblemente cansado pero siendo capaz de resistir en pie hasta cruzar la meta como ganador para caer desplomado casi de inmediato.

Un poco menos de un minuto más tarde, Gitsham completó el doblete de los sudafricanos. Y a cincuenta segundos hizo su entrada el primero del potente equipo estadounidense, Strobino. El italiano emigrado a Nueva York encabezó un notable resultado de equipo para su país, con seis atletas entre los diez primeros y diez entre los puestos del tercero al decimooctavo. Pero la máxima gloria se la llevó otro emigrante, el irlandés afincado en Sudáfrica por amor. Con su victoria en la maratón olímpica de Estocolmo, ‘Ken’ McArthur se convirtió en el primer atleta en ganar una medalla de oro para un país africano. Un hecho incuestionable, por mucho que su logro pase poco menos que inadvertido en los libros de historia, no sé si por el hecho de haber nacido en Irlanda o, simplemente, porque acabamos considerando africanos sólo a los miembros de las razas propias del continente.

Imágenes de la maratón olímpica de Estocolmo 1912

Al menos, tanto en su país de origen como en el de adopción si que se le recuerda. En Sudáfrica, la localidad donde se estableció, Potchefstroom, le puso su nombre a un estadio... aunque se equivocaron y lo bautizaron 'Kenneth McArthur Stadium' en lugar de Kennedy. Y en Irlanda, con motivo del centenario de su triunfo se organizó una exposición en el museo de Ballymoney, acompañada de una ceremonia que recreó el recibimiento con antorchas que le hizo la población de Verdonk cien años antes cuando volvió a su pueblo natal después de lograr el triunfo en Estocolmo y antes de regresar a Sudáfrica.

MÁS INFORMACIÓN:

1912 OLYMPIC GAMES STOCKHOLM, MEN’S MARATHON – crónica y clasificación de la maratón olímpica de Estocolmo 1912 en la web ‘sport-olympic’.

THEN & NOW – artículo de Anders Olsson sobre la maratón olímpica de Estocolmo 1912

KENNEDY KANE MCARTHUR: FLAME STILL BURNS FOR MARATHON MESSENGER- artículo de Ross McKee sobre Kennedy McArthur publicado el 8 de noviembre del 2011 en BBC News

KENNEDY McARTHUR – artículo sobre Kennedy McArthur en el ‘salón de la fama’ del atletismo sudafricano.

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