SHIZO KANAKURI, UN LARGO VIAJE PARA UNA CARRERA AUN MÁS LARGA

El ‘running’ es extraordinariamente popular hoy día en Japón. Especialmente las carreras de larga distancia y, sobre todo, las denominadas ‘Ekiden’, unas muy populares competiciones de relevos, entre las que destaca la celebrada cada inicio de año entre Hakone y Tokio. Se trata de una carrera de dos días de duración, en la que compiten los mejores equipos universitarios y se recorren un total de más de 200 kilómetros, que es para los japoneses tan típica el día de año nuevo como lo pueden ser en Europa los saltos de esquí de Garmisch-Partenkirchen.

Pero hace cien años ni las carreras en particular, ni el deporte en general, habían calado aun en la muy tradicional sociedad nipona. De hecho, no fue hasta los Juegos Olímpicos de 1912 cuando Japón envió, por primera vez, una delegación para representar al Imperio del Sol Naciente en un acontecimiento que para América y el viejo continente ya llevaba unos años adquiriendo cada vez mayor relevancia. Y, además, aquella primera incursión nipona en el movimiento olímpico fue de lo más modesta, con sólo dos atletas (acompañados de un jefe de equipo y un entrenador-manager) como únicos componentes.

Uno de esos dos atletas era un joven de veinte años de edad, estudiante universitario, llamado Shizo Kanakuri, que había destacado en las pruebas de maratón que ya por entonces se habían empezado a popularizar en todo el mundo, sobre todo a raíz del turbulento final de la carrera olímpica de Londres, con la famosa llegada a meta de Dorando Pietro sobre la que ya tratamos en otro artículo anterior de esta sección.

Kanakuri acudía a Estocolmo con la ilusión que todo debutante tiene cuando le toca afrontar un reto para el que se siente preparado y en el que espera destacar. Pero, a principios del siglo XX, más desafío aun que la competición propiamente dicha era, en ocasiones, llegar siquiera a tomar parte ella. Sobre todo si procedías de un país tan lejano como Japón, desde dónde arribar a Suecia era ya, en si mismo, toda una aventura. Shizo y el resto del pequeño equipo tuvieron, primero, que coger un barco que les llevase desde la isla del extremo oriente hasta Vladivostok, la parte más cercana del continente euroasiático comunicada por tierra con Escandinavia. Una vez allí, les tocó subirse al legendario Transiberiano para atravesar la estepa en tren durante diez largos e interminables días. Un viaje lento e incómodo en el que la mayor parte del tiempo Kanakuri y su compañero, el sprinter Omori, tuvieron que conformarse con estar confinados en un angosto vagón de madera, sin más opción para ejercitarse que aprovechar los escasos minutos de cualquiera de las múltiples paradas en anónimas estaciones perdidas en medio de la tundra, para salir a correr unos instantes bajo el inclemente clima siberiano. Otro tren más, desde Moscú a Estocolmo, completó un viaje que acabó durando veinte días y, tras el cual, no concluyeron sus penalidades. Una vez instalados en Suecia, la intensa y persistente claridad del sol de medianoche, que brilla prácticamente todo el día en fechas de verano como las de aquellos Juegos, lo que les hacía complicad dormir, la ausencia de arroz, clave en su dieta pero alimento poco menos que exótico entonces en los países nórdicos, y el tener que dedicarse a cuidar a Omori, que cayó enfermó, tampoco contribuyeron precisamente a que, llegado el día de la maratón, Kanakuri estuviese en plena forma.

Por si fuera poco, el 14 de julio de 1912 fue un día inusualmente caluroso para una ciudad situada tan al norte como Estocolmo. El japonés y los otros sesenta y siete atletas que tomaron la salida, lo hicieron con temperaturas por encima de los treinta grados y bajo un sol abrasador, del que la mayoría trataron de protegerse cubriendo sus cabezas con pañuelos blancos, como se puede apreciar en las imágenes de la época. Y aunque los organizadores suecos, decididos a evitar escenas tan dramáticas como las protagonizadas por Pietri cuatro años antes en Londres, dispusieron numerosos puestos con agua, y hasta doctores, a lo largo del recorrido, la competición resultó durísima. Sólo la mitad de los participantes logró alcanzar la meta, imponiéndose el sudafricano McArthur, quien, según cuentan algunas crónicas de entonces, ‘se la jugó’ a su compatriota Gitsham cuando ambos iban destacados en cabeza y, al parecer, acordaron pararse en el último puesto de avituallamiento a beber agua para, a continuación, pelear por la victoria en los metros finales. Un acuerdo que sólo cumplió el segundo de ellos, mientras el primero no se detenía y se escapaba camino de la victoria.

VÍDEO CON IMÁGENES DE LA MARATÓN DE ESTOCOLMO 1912:

Entre los que no concluyeron la carrera hubo que lamentar el fallecimiento del portugués Francisco Lázaro, uno de los pocos que no se había puesto protección alguna en la cabeza y que, además, había cubierto su cuerpo con grasa, pensando que así iba a resistir mejor el calor. Trágico error que aumentó de forma irremediable su temperatura y le acabó causando la muerte. Otros treinta y un atletas abandonaron durante el recorrido… y del restante, precisamente el protagonista de este relato, Shizo Kanakuri, nadie supo dar noticias… ni llegó a cruzar la meta ni se registró su retirada en el transcurso de la competición.

Lo que ocurrió exactamente con el joven japonés nadie lo sabe hoy día a ciencia cierta. Es seguro que Kanakuri fue uno de los que acabó sucumbiendo víctima del calor, en su caso unos kilómetros después de mitad de carrera, alrededor del 26, a la altura de la localidad de Sollentuna, en las afueras de Estocolmo. Y que su desvanecimiento se produjo junto a una granja, cuyos ocupantes, la familia Petre, le ayudaron. Pero en unas versiones de la historia se cuenta que lo llevaron a casa y lo tumbaron en una cama, en la que el agotado atleta cayó rendido en un profundo sueño, del que no despertó hasta el día siguiente. En otras, en cambio, se dice que lo reanimaron a base de darle un refrigerio compuesto por té y pastas, tras lo cual el japonés prefirió seguir gozando de la hospitalidad de aquellos amables granjeros y ya no reanudó la competición. Sea como fuere, lo que el propio Shizo confesó años después es que, avergonzado del fracaso que para él suponía no haber podido completar la carrera, decidió retornar a su país sin avisar a nadie de su abandono, que quedó, por tanto, sin contabilizar por los concienzudos jueces suecos.

Y así acabó Kanakuri apuntado como ‘desaparecido’ en la lista de resultados de la maratón de Estocolmo de 1912… hasta que, cincuenta años después, un periodista sueco sintió curiosidad al respecto, se dio cuenta de que un japonés de igual apellido había competido en las dos siguientes maratones olímpicas, las celebradas, tras las pausa de la primera guerra mundial, en Amberes y París, y decidió investigar. Resultó que, en efecto, se trataba del mismo atleta, que, además, era toda una celebridad en el mundillo del ‘running nipón’. Después de retirarse de la competición, y con logros en su haber tales como haber atravesado la isla principal de Japón corriendo de punta a punta, Kanakuri había seguido muy ligado a su deporte, siendo uno de los pioneros en aplicar el entrenamiento en altitud o en fomentar la participación de las mujeres en el atletismo. Y, además, había formado parte del grupo de creadores de ese Ekiden de Hakone sobre el que hablábamos al principio de estas líneas como uno de los eventos clave en la popularidad de las carreras a pie en el país del Sol Naciente.

Así que una cosa llevó a la otra, y entre que el periodista quería sacar partido de la sorprendente historia y la buena disposición de su protagonista para relatarla, se acabó dando lugar a un curioso montaje por parte de la televisión sueca que, en 1967, cincuenta y cinco años después de aquella maratón de los Juegos de Estocolmo, invitó al japonés a retornar al ‘lugar de los hechos’ para cruzar la línea de meta que entonces no había podido alcanzar. Y así fue como el ya septuagenario Kanakuri completó de forma simbólica el recorrido de la maratón de Estocolmo 1912 con una lenta vuelta al estadio del que entonces había partido pero al que no había conseguido regresar. Y al romper la cinta de llegada, los concienzudos jueces suecos pudieron, por fin, registrar el tiempo que había empleado en terminar la prueba: un total de 54 años, 8 meses, 6 días, 5 horas, 32 minutos y 20.3 segundos. Una inusual ‘marca’ con la que se cerró lo que su protagonista definió como ‘…un largo viaje, en el camino me he casado, he tenido seis hijos y diez nietos’.

Aunque si hablamos de hijos casi se podría decir que, en realidad, han sido siete, ya que son muchos en Japón quienes consideran a Kanakuri el 'padre de la maratón' en su país. Porque, después de todo, y aunque su primera experiencia olímpica acabase en fracaso, como buen maratoniano siguió adelante después, y su labor y legado posterior han contribuido de forma muy notable a que ahora el running sea un auténtico fenómeno de masas en aquellas latitudes. Todo un logro en un país que, cuando lo dejó en 1912 camino de la lejana Estocolmo, apenas si prestaba atención a otro de esos deportes venidos de occidente que, eso se pensaba por allí entonces, poco o nada tenían que ver con sus tradiciones más ancestrales. Pero, en realidad, muchos de sus valores si que encajaban como anillo al dedo con la tenacidad y el espíritu de sacrificio tan ligados de siempre al pueblo japonés. Y tal vez, por ello, el atletismo en general, y las carreras de larga distancia en particular, hayan acabado por encontrar en el país del Sol Naciente uno de los lugares donde se siguen y se practican con tanta o más pasión y entusiasmo que la que movió a Kanakuri a iniciar su largo viaje a Estocolmo a mediados de 1912.

MÁS INFORMACIÓN:

The Slowest and Longest Marathon in History – artículo de Koji Kawano en su blog 'My life as a runner'

Better late than never for Japan’s first, “slowest” Olympian – artículo de Edan Corkill publicado en la web de 'The Japan Times'

The big day during the 1912 Olympic Games – crónica de la maratón de Estocolmo 1912 publicada en la web del cien aniversario de la prueba

Hakone Ekiden 2017 – vídeo de la edición de este año de la más popular prueba de relevos japonesa

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