Daniel Ceán-Bermúdez
@daniel_cean

El record de la milla, establecido en 3:54.5 por Herb Elliot al ganar la fantástica carrera del mitin celebrado en Dublín a principios de agosto de 1957, resistió hasta el final de la década. Y también se mantuvo en lo más alto de la lista de plusmarcas durante los dos primeros años de los sesenta. En ese tiempo, eran cada vez más los atletas que corrían la milla en menos de cuatro minutos. Pero, curiosamente, quien le acabó arrebatando el tope mundial al extraordinario australiano fue un corredor que nunca antes había bajado de la mítica barrera rota por Bannister más de siete años antes.

El protagonista de la hazaña fue Peter Snell, que rebajó el crono de Elliot en una décima el 27 de enero de 1962. El escenario fue la pista de hierba de ‘Cooks Garden’, en la localidad neocelandesa de Wanganui, sede de otro mitin atlético con un ambiente tan electrizante como aquel celebrado en la capital de Irlanda casi seis años antes. Las tribunas estaban llenas de un público entusiasta que había ido, sobre todo, a ver esa carrera, en la que el objetivo inicial era que Snell atacase el record nacional, que el campeón olímpico de 5000 metros, Murray Halberg, había logrado el mismo día que Elliot estableció el todavía vigente tope mundial, siendo tercero por detrás del imbatible australiano y de su compatriota Merv Lincoln. Ahora, Halberg iba a colaborar, ejerciendo de segunda liebre, para que Snell, compañero de entrenamiento a las órdenes de Arthur Lydiard, bajase no solo por primera vez de los cuatro minutos si no también de su 3:57.5 conseguido entonces. Y aunque finalmente no tenía fuerzas para ejercer su papel, con la triste noticia de la muerte de un amigo recién conocida, el buen trabajo de la primera liebre, Barry Cossar, que pasaba la media milla exactamente en los dos minutos que le habían pedido, y la inesperada competencia que le presentaba a Snell el británico Tulloh, eran más que suficiente para que el ganador del oro olímpico de los 800 en Roma sacase a relucir su extraordinario cambio de ritmo final y acabase ganando la carrera con un crono fantástico. Snell no solo batía el record de Nueva Zelanda si no que establecía una nueva plusmarca mundial, rebajando en una décima el crono de Elliot. En su primera milla por debajo de los cuatro minutos, el fabuloso mediofondista neocelandés había completado la carrera, sobre pista de hierba, en 3:54.4.

Pero mientras en las competiciones al aire libre, fuese la pista de ceniza o de hierba, bajar de los cuatro minutos en la milla era algo cada vez más habitual, nadie había logrado aun hacerlo en una carrera bajo techo, aunque eso también estaba a punto de cambiar en aquel inicio de 1962. Si el logro de Bannister se había comparado a la ascensión al Everest, la milla sub4 en pista cubierta podía decirse que era como subir al K2, una montaña no tan alta como la más famosa cima del Himalaya pero no por ello más fácil de escalar. La dificultad estaba tanto en la menor adherencia que ofrecían las pistas de madera como, especialmente, en su menor longitud que, por tanto, obligaba a dar un mayor número de vueltas con giros más cerrados en las curvas. Con la década de los sesenta ya iniciada, quien más se había acercado a correr la clásica distancia en menos de cuatro minutos bajo techo había sido el irlandés Ron Delany, con su 4:01.1 conseguido en el último año de los cincuenta. Así que la milla ‘sub4’ en pista cubierta era aun territorio inexplorado cuando, a finales de 1961, un joven atleta estadounidense se decidió a conquistarlo.

Ron Delany tenía el record de la milla en pista cubierta con 4:01.1

Se llamaba Jim Beatty y su trayectoria tenía curiosos paralelismos con la de Herb Elliot, el primero que había corrido la milla en menos de cuatro minutos sobre pista de hierba. Al igual que el portentoso mediofondista australiano, Beatty había practicado varios deportes en su época colegial, destacando especialmente en el atletismo antes de dejarlo por un tiempo para volver a competir. En su caso el motivo para el regreso era igualmente una carrera a la que asistía de espectador. Además, también retornaba poniéndose en manos de un entrenador de prestigio y originario de otro país. Y hasta los soviéticos, de un modo u otro, tenían de nuevo su parte en la historia.

En 1956, Jim Beatty era uno de los atletas más prometedores de la prestigiosa universidad de North Carolina. De baja estatura pero fuertes piernas, ganaba en cross y en pista, en medio fondo y en fondo. Su nombre estaba en todas las quinielas para formar parte del equipo olímpico estadounidense que competiría en los Juegos de Melbourne. Pero entonces ocurre algo inesperado; el joven corredor de Charlotte tiene un mal día en ese inmisericorde ‘todo o nada’ que son los ‘trials’ de selección de su país y se queda fuera del grupo de elegidos. Decepcionado, abandona la práctica del atletismo, pero la chispa competitiva no se apaga del todo en su interior y se vuelve a encender casi tres años después. Acude a Filadelfia para ver el encuentro entre los equipos de Estados Unidos y la Unión Soviética, y se entusiasma con las victorias de sus compatriotas, especialmente con el doblete que logran Burleson y Grelle en la prueba del 1500. ‘Esa carrera la podías haber ganado tú’, le dice un amigo que le acompaña… ¡y él piensa lo mismo! El año siguiente es Olímpico y aun puede estar a tiempo de conseguir lo que no logró tres años antes. Decide intentarlo de nuevo, deja atrás su hogar en Carolina del Norte y se va a California para ponerse a las órdenes de Mihály Iglói, el prestigioso preparador húngaro que había saltado a la fama a mediados de la década con los records mundiales de su pupilo Sándor Iharos y lleva un tiempo afincado en la costa oeste, tras abandonar su país huyendo de los tanques soviéticos que reprimieron con dureza la revolución anticomunista de 1956.

Iglói en su época de entrenador del equipo húngaro con Mikes, Iharos, Rózsavölgyi y Tábori

Iglói es el entrenador del ‘Los Angeles Track Club’, un potente equipo que cuenta en sus filas con otro prodigio magiar de la época, Lászlo Tábori. Recién cumplidos los 25 años, Beatty se une al grupo del preparador europeo y vuelve a la carga, con los Juegos Olímpicos de Roma del año siguiente como objetivo. Esta vez no sólo no falla en las pruebas de selección si no que se impone con autoridad en la carrera de 5000 metros. Ya tiene el billete olímpico que no había conseguido cuatro años antes. Además, destaca también en otras distancias y bate el record estadounidense de la milla cuando logra, en Modesto, su primer ‘sub4’ con un crono de 3:58. Pero esa versatilidad le acaba costando cara. En la gira que el ‘Team USA’ hace por Europa, como preparación de la cita olímpica en la capital de Italia, Beatty consigue un prestigioso triunfo en un 3000 disputado en Berna, donde gana con autoridad nada menos que al recordman mundial, el británico Gordon Pirie. Pero tras acabar la carrera nota un intenso dolor en su pie izquierdo. En los últimos metros ha dado un mal paso y se ha producido una importante distensión en los ligamentos. Sin tiempo para recuperarse por completo antes de que empiecen los Juegos, Beatty tiene que correr aun lesionado y no logra alcanzar la final. Otra amarga decepción que esta vez, lejos de llevarle a la retirada, le sirve de acicate. Siente que es mejor que los que han acabado logrando las medallas que tanto ansiaba y está decidido a demostrarlo.

Jim Beatty en un entrenamiento con el chandal del equipo de Estados Unidos

Al año siguiente los resultados y los cronos le dan la razón. Consigue numerosas victorias, tanto en Europa como en Estados Unidos, y termina la campaña de verano de 1961 liderando el ranking mundial en el 1500 y en la milla. Entonces se fija un nuevo objetivo. La temporada invernal de pista cubierta está a punto de empezar y nadie ha conseguido todavía bajar de los cuatro minutos en una milla disputada bajo techo. Beatty decide que quiere ser el primero en lograrlo y se lo comenta a su entrenador. Iglóy estudia las posibilidades, planifica cuidadosamente los pasos a dar y no sólo está de acuerdo con el ambicioso plan de su pupilo si no que le dice cuando y dónde lo va a conseguir: será el 10 de febrero en el mitin del ‘Los Angeles Times’.

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Jim Beatty logrando una de sus numerosas victorias con la selección de Estados Unidos

El proyecto es pronto conocido públicamente y los buenos resultados de Beatty en las carreras previas no hacen si no aumentar la expectación a medida que se acerca la fecha señalada para lograr la hazaña. La cadena de televisión nacional ABC decide retransmitir en directo la competición atlética a todo el país. La noche del 10 de febrero, las tribunas del ‘Los Angeles Memorial Sports Arena’ están llenas a rebosar. Y aunque en la reunión participan el reciente nuevo recordman mundial de la milla al aire libre, Peter Snell, o su compatriota y también campeón olímpico, Murray Halberg, lo hacen en otras carreras previas, poco menos que de teloneros de la esperada milla en la que Beatty tratará de romper la barrera de los 4 minutos. Unos ‘teloneros’ de auténtico lujo, sin duda, ya que Snell, en su debut sobre pista de madera, bate el record del mitin en la prueba de las mil yardas, y Halberg se impone con autoridad en la carrera de las dos millas, que domina de principio a fin.

Si acaso, sus magníficas prestaciones sirven para caldear aun más el ambiente ante el momento estelar de la noche, cuando saltan a la pista de pulida tarima los cinco participantes en la prueba de la milla. Cuatro lucen las camisetas granates con letras blancas del ‘Los Angeles Track Club’. Son Beatty y sus compañeros de equipo Tábory, Grelle y Davis. Con ellos corre también, vestido de claro, Peter Close, del equipo de los Marines. Su presencia no deja de ser testimonial en una prueba que Iglóy ha preparado a conciencia con sus cuatro corredores. Va a ser un trabajo un equipo similar al que llevó casi ocho antes a Bannister a romper la barrera de los cuatro minutos al aire libre. Por delante tienen once vueltas al estrecho trazado de cuatro calles y dos curvas peraltadas de acusado radio. En cuanto suena el pistoletazo de salida, Tábory se pone en cabeza seguido de Beatty y Grelle. El húngaro tiene que completar el primer cuarto de milla en 59 segundos y marca un fuerte ritmo desde el primer giro, corriendo sobre la línea que separa la calle uno de la dos mientras Beatty se pega a la cuerda. El antiguo recordman mundial de los 1500 avanza con su fluida zancada y cumple a la perfección su objetivo. Al paso por el cuarto de milla su tiempo es de 58”9. La primera parte del plan de Iglóy ha sido ejecutada con precisión por su disciplinado compatriota.

Tábory se abre entonces y Beatty le releva al frente del reducido grupo, seguido poco después por Grelle. Los dos se distancian en cabeza El pequeño atleta de Charlotte debe seguir por delante hasta la media milla, que tiene que alcanzar en menos de dos minutos, a poder ser en 1’58. Logra lo primero pero no lo segundo, ya que pasa en 1’59”5, aunque el creciente ruido producido por los vítores del público le impide escuchar el anuncio por los altavoces. No sabe si están corriendo en los tiempos previstos pero ya no hay vuelta atrás, hay que seguir. Ahora es el turno de Grelle, que supera a Beatty por el exterior para marcar el paso del tercer cuarto de milla. Pero el alto corredor de Oregon, habituado a atacar al final pero no a liderar a esas alturas de la competición, flaquea algo antes de completar su parte. Beatty se da cuenta, tiene que acortar el paso en un par de zancadas y decide rebasarle antes de lo previsto, cuando aun faltan más de tres vueltas. Teme haber perdido tiempo y tiene razón. El paso por los tres cuartos de milla se produce un segundo por encima de los tres minutos que Iglóy había establecido como meta para ese instante de la carrera.

De todas formas, los cada vez más altos gritos de los espectadores, puestos en pie para jalear al corredor, hacen imposible que escuche la referencia. Apenas si puede oír el rítmico y machacón ‘toc toc toc’ de sus zapatillas sobre el parquet, cuya intensidad aumenta en un ‘crescendo’ que nada tiene que envidiar a los mejores bailarines de claqué aunque quede ahogado por las aclamaciones de la multitud. Beatty cubre a toda velocidad el penúltimo giro y aprieta aun más los dientes al inicio del último, espoleado por el apenas audible toque de la campana. Devora con hambre de gloria la última curva peraltada y afronta con los pocos gramos de fuerzas que le quedan la corta recta final, que recorre cabeceando, con el rostro crispado en un gesto de supremo esfuerzo que sólo se relaja al atravesar la línea de meta. Nada más superarla se da la vuelta para preguntar el crono a los jueces, y en cuanto uno de ellos empieza a decir ‘tres…’ ya no necesita escuchar más… ¡lo ha conseguido! El tiempo oficial es 3’58”9, Jim Beatty pasa a la historia como el primer hombre en correr la milla en cuatro minutos en pista cubierta. La cima del K2 del atletismo ya tiene dueño también.

Retransmisión por la ABC del record mundial de la milla indoor de Beatty en Los Ángeles

Ese mismo año, Beatty acumula victorias y records en las competiciones al aire libre. Consigue la plusmarca mundial de las dos millas, siendo el primero que baja de los ocho minutos y medio en la distancia. Bate los records de Estados Unidos de los 1500, los 3000 y los 5000 metros, y se convierte en el primer atleta norteamericano que atesora los tres simultáneamente. También es el primero de su país en correr la milla métrica en menos de 3’40”. Sólo le falta la gloría olímpica, pero no llegará a tener siquiera una nueva ocasión de volver a unos Juegos. Al año siguiente, una lesión en el cuadriceps le deja tocado. Cuando vuelve a competir ya no tiene el cambio de ritmo con el que destrozaba rivales y cronómetros en los últimos metros, como comprueba en la milla disputada en Modesto contra Snell, cuyo ataque final se ve incapaz de responder.

Snell contra Beatty en la milla celebrada en Modesto en 1963

Por si fuera poco, a final de año sufre un profundo corte en la planta de un pie, al pisar un trozo de metal oxidado cuando, calzado sólo con unas livianas zapatillas de tela, está sacando la basura de casa. Tiene casi 28 años y aunque intenta ganar plaza para los Juegos de Tokio al año siguiente, termina quinto en los trials y poco después deja la competición aunque su popularidad se mantiene. Y la causa principal no son sus numerosos records y victorias en pruebas al aire libre ante rivales de talla mundial. Lo que más fama le sigue dando es esa milla en menos de cuatro minutos en pista cubierta que todo el país vio por televisión. Gracias a esa carrera le conocen por ‘Mister Inside’, sobrenombre que hace alusión a su logro de ser el primero en romper la barrera en una carrera ‘de interior’, al igual que a Bannister lo llaman ‘Mister Outside’ por haberlo conseguido en una carrera al aire libre. Y es que, como el propio Beatty ha dicho más de una vez en entrevistas posteriores, los records están para ser batidos, él mismo consiguió muchos y siempre fue consciente de que, antes o después, llegaría otro que se los arrebataría. Pero lo de ser el primero en lograr algo… ¡eso no te lo puede quitar nunca nadie!

MÁS INFORMACIÓN:

HISTORY ON THE BOARDS - Reportaje de Tex Maule sobre el mitin de Los Ángeles Times publicado el 19 febrero de 1962 en ‘Sports Illustrated’

JIM BEATTY - FEBRUARY, 2015 - Entrevista a Jim Beatty de Gary Cohen

JIM BEATTY - Artículo sobre Jim Beatty en el salón de la fama del atletismo de Estados Unidos

HOW HUNGARIANS LAUNCHED AMERICA'S GREATEST TRACK ERA - Artículo sobre Mihály Iglói escrito por Rich Elliot y publicado en enero del 2014 en ‘Runners World’

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