Daniel Ceán-Bermúdez
@daniel_cean

Para los que ni siquiera habíamos nacido cuando Roger Bannister logró el hito de romper la barrera de los cuatro minutos en la milla, resulta difícil imaginar el enorme impacto que tal hecho tuvo entonces. Sin embargo, más de sesenta años después, basta con ver la relevancia que ha tenido en todos los medios de comunicación la noticia de su fallecimiento para hacerse una idea de la importancia histórica de aquel logro, que sigue siendo considerado uno de los momentos clave de todo el deporte mundial, no sólo del atletismo.

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Roger Bannister en 1994 con la imagen de su llegada a meta en la histórica primera milla sub4

Una importancia que, en realidad, está más allá del valor intrínseco de la marca. El propio Bannister comentaría varias veces a lo largo de los años que siempre estuvo convencido de que todo aquello de la ‘barrera de los cuatro minutos’ no tenía sentido. Si se podía correr la milla en cuatro minutos y un segundo también tenía que ser posible hacerlo en menos de cuatro, sin que hubiera ningún impedimento real que lo evitase. Pero aunque no existiese tal muro, se trataba de un símbolo de progreso y superación. Significaba lograr algo que muchos consideraban imposible. De ahí el valor que se le dio entonces al 3:59.4 logrado por el atleta inglés aquella tarde del 6 de mayo de 1954, en Ifley Road, con la ayuda de sus amigos Chis Chataway y John Brasher. Un record que apenas duró un mes, claramente superado el 22 de junio por John Landy. El australiano completó una milla en la localidad finlandesa de Turku en 3:58.0, un registro mejor pero que es infinitamente menos recordado que el conseguido por el británico.

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Brasher marcando el ritmo a Bannister y Chataway en la famosa carrera de Ifley Road

Por eso, para Bannister siempre tuvo más valor, desde el punto de vista estrictamente atlético, su siguiente carrera, la que le enfrentó a Landy a principios de agosto de aquel año en la final de la milla de los ‘Empire Games’. Una carrera que pasó a la historia como la ‘milla milagro’ y en la que ambos bajaron de los cuatro minutos, con el inglés cruzando la meta por delante del australiano después de superarle en la última curva gracias a su poderoso cambio de ritmo. Una victoria que, analizada objetivamente, es muy probablemente la mejor de las muchas conseguidas por Bannister, tanto por la entidad del rival como por la marca, mejor que la lograda en la famosa carrera de Oxford y alcanzada, además, sin la ayuda de ninguna liebre dictando el ritmo.

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Bannister cruza la meta por delante de Landy en la 'milla milagro' de los 'Empire Games' de 1954

Y, si hablamos de la entidad del título en juego, por mucho que para los británicos su imperio fuese lo primero, para cualquier atleta europeo tenía más valor un entorchado continental. Al fin y al cabo, en los ahora conocidos como Juegos de la Commonwealth, los rivales de Bannister se limitaban básicamente a los atletas oceánicos (pocos pero escogidos y de enorme calidad, eso sí), mientras que en el Campeonato de Europa, que se celebraba apenas tres semanas después, en Suiza, debería enfrentarse a los mejores mediofondistas de todo el viejo continente.

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Bannister y su amigo Chataway, los dos atletas más destacados del equipo británico en los campeonatos de Europa de Atletismo de 1954

La cita era el 29 de agosto, en Berna, y a ella acudía el todavía estudiante de medicina inglés representando a su país en la prueba de los 1500 metros, el equivalente atlético de la milla en el sistema métrico decimal. Y aunque Bannister, tocado con la aureola mítica de haber sido el hombre que había roto la barrera de los cuatro minutos en la distancia imperial, era el máximo favorito, ganar no iba a ser fácil. Para empezar, había que correr dos carreras en tres días. Y aunque eso ya no le pillaba mal preparado como le había ocurrido dos años antes, en los Juegos Olímpicos de Helsinki, cuando tener que participar en series y semifinales le cortó las alas en los momentos decisivos de la final, no dejaba de ser una carrera más en una temporada ya muy cargada de competiciones y, sobre todo, de la exigencia física y mental que había supuesto el asalto a la milla en cuatro minutos.

Terminando tercero en su serie, el británico se clasificaba sin demasiados problemas para la carrera en la que se repartían las medallas, donde se encontraba con unos cuantos viejos conocidos de aquella carrera olímpica de la que prefería no acordarse. Allí estaba de nuevo Werner Lueg, que en Helsinki era el recordman mundial del 1500 y, en cierto modo, también había fracasado, ya que su objetivo era el oro y, a la postre, tuvo que conformarse con el bronce. El alemán llegaba al europeo con ganas de revancha, recién perdida también su plusmarca mundial, superada primero por el estadounidense Wes Santee y después por Landy, volando en su paso por el 1500 hacia el nuevo tope mundial de la milla que dejó anticuado en las tablas de records la hazaña de Bannister en Oxford.

También tenía cuentas pendientes el segundo germano entre los finalistas, otro veterano de los anteriores Juegos, aunque había caído en semifinales, el potente Günter Dorow, rey del mediofondo en su país hasta que el joven Lueg lo destronó. Dos más que habían estado en la final Olímpica de Helsinki y repetían en la carrera decisiva de Berna eran el finlandés Denis Johansson, atleta de indudable talento aunque, tal vez, un tanto despreocupado en su preparación, y el sueco Ingvar Ericsson, que luchaba con esa siempre incomoda etiqueta de tener que ser el sucesor de alguien mejor, en su caso los grandes mediofondistas de su país que habían copado las listas de records de la milla y el 1500 en la década anterior.

Luego estaban presentes además otra serie de atletas muy a tener en cuenta por diferentes razones. Aunque en Finlandia no habían llegado a la final, dos años después el húngaro Sándor Iharos y el checo Stanislav Jungwirth ya tenían más experiencia que añadir a su notable clase. El primero aun estaba por explotar pero cada vez apuntaba mejores maneras, mientras progresaba entrenado por el exigente Mihály Iglói. El segundo había batido el record mundial de los 1000 metros unos meses después de los Juegos. La marca le duró poco, superada al año siguiente por el estadounidense Mal Whitfield, pero seguía siendo el europeo más rápido en la prueba del kilómetro y, viniendo de un distancia inferior al 1500, no se le debería perder de vista si la carrera no era demasiado rápida. Algo que, corregido y aumentado, había que aplicar al danés Gunnar Nielsen, un especialista en 800 metros, que había sido cuarto en Helsinki del modo más cruel posible, terminando empatado a la décima con el medallista de bronce y quedándose sin metal.

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Stanislav Jungwirth lidera la final de 1500 de europeo de 1954 por delante de Jorma Kakko, Roger Bannister, Gunnar Nielsen, Werner Lueg, Denis Johansson e Ingvar Ericsson.

Así que Bannister tenía unos cuantos rivales de los que preocuparse cuando se daba la salida a una carrera que comenzaba de modo bastante accidentado. Había más de un empujón y tropezón mientras todos buscaban situarse lo más cerca posible de la cuerda, y el yugoslavo Mugosa se iba al suelo justo delante del inglés, que lograba no pisarle ni acompañarle en la desgracia de tener que abandonar a las primeras de cambio. Por delante, el alemán Dohrow marcaba un ritmo alto inicialmente, completando el primer cuatrocientos en un notable 58.2, pero la carrera se ralentizaba a continuación lo que, en buena medida, cercenaba las opciones de su compatriota Lueg, a quien interesaba una prueba más veloz pero con el que parece ser no tenía muy buena relación. Fuese esa la razón o no, el caso es que el ritmo de Dohrow mantenía al grupo muy compacto, con Bannister esperando su momento en el último lugar. Poco después, el checo Jungwirth pasaba entonces a situarse en cabeza, con los dos alemanes pegados a él y Bannister empezando poco a poco a tomar posiciones pero aun sin dejarse ver en las cinco primeras plazas hasta el toque de campana. El 800 se había pasado por encima de los dos minutos, y al 1200 se llegaba en 3:04, todavía con el checo en cabeza, seguido ahora del finlandés Jorma Kakko, con Bannister ya tercero y, junto a él, Nielsen. Al inglés y su poderoso final le venía bien que la carrera no estuviese siendo demasiado rápida, pero eso también era aplicable al checo que iba por delante y, sobre todo, al danés que le pisaba los talones, atleta con algo menos de fondo, por venir del 800, pero que no se había desgastado en exceso en una prueba como aquella y podía ser especialmente peligroso en el 'rush' final.

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Bannister por delante de Nielsen en la final de 1500 de Berna

Probablemente con ello en mente, Bannister decidía entonces no esperar más y pasaba al ataque en la contrarrecta, superando no sin dificultad a Jungwirth, que trataba de resistirse aunque, muy a su pesar, tenía que ceder y ver como el inglés entraba en cabeza en la última curva. Tras él saltaba entonces Nielsen, dispuesto a recortar la ventaja que Bannister había conseguido con su siempre demoledor cambio de ritmo. El danés, acostumbrado a la agonía de los finales del ochocientos, se acercaba poco a poco al británico y llegaba casi a ponerse a su altura en la recta final. Pero estaba algo acatarrado, en los últimos metros le faltaba el aire y se le hacían eternos. Además, Bannister no sólo no cedía sino que tenía aun reservas para volver a distanciarse y cruzar la meta con algo más de medio segundo de ventaja, batiendo, de paso, el record de los campeonatos con un registro de 3:43.8. En todo caso, lo de menos era la marca. Lo importante era la victoria que le acreditaba como campeón de Europa de los 1500 metros.

Imágenes de las finales de 1500 y 5000 en los Campeonatos de Europa de Atletismo del 1954, celebrados en Berna.

Un triunfo que, aunque entonces probablemente sólo él lo sabía, tal y como deja claro la escueta anotación de 'Finish' que aparece en su diario al final de ese día, sería el último de su carrera deportiva. Unos meses después, el 9 de diciembre, Bannister dejaba atónitos a los asistentes a la cena anual de la asociación de periodistas deportivos británicos al anunciar que se retiraba del atletismo para dedicarse a ejercer la medicina. El atleta estudiante se convertía en doctor especializado en neurología. En los siguientes años su carrera profesional resultaba larga y fructífera, con logros de gran importancia combatiendo a un rival muy diferente al cronómetro y aun más despiadado, las enfermedades del sistema nervioso.

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El Doctor Bannister fotografiado en 1962 cuando trabajaba de investigador en Boston

Finalmente, ironías del destino, una de las más temibles en ese campo, la de Parkinson, ha sido la que ha acabado con su vida el 4 de marzo del 2018. Queda su legado, que va más allá de aquella carrera de Oxford, que le otorgó para siempre un sitio de privilegio en la historia del deporte, y se resume en lo simbólico de aquel logro: no creer que algo es imposible por mucho que todos insistan en ello, prepararse a fondo para lograrlo y ser capaz de entregarse al máximo hasta el final en busca de conseguirlo. Una enseñanza aplicable a cualquier ámbito del deporte y de la vida. Esa es, después de todo, la última y mejor victoria del extraordinario Roger Bannister, atleta amateur y doctor en medicina, señor del deporte y caballero del imperio británico.

MÁS INFORMACIÓN:

1954 & ITS SPORTSMAN: ROGER BANNISTER - artículo publicado en 1954 en 'Sports Illustrated' sobre la elección de Bannister como deportista del año.

BANNISTER’S SUB-4 MINUTE MILE NAMED GREATEST ATHLETIC ACHIEVEMENT - artículo publicado en 2004 en la revista Forbes considerando la milla sub4 de Bannister el mayor logro de la historia del atletismo

1954 EUROPEAN CHAMPIONSHIPS. BERN, SWITZERLAND, AUGUST 25-29artículo sobre los campeonatos de Europa de 1954 en la web de historia del atletismo ‘Racing Past’

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