El atletismo femenino no se estrenó en los Juegos Olímpicos hasta su octava edición, celebrada el año de 1928 en Amsterdan. En ello tuvo mucho que ver el éxito de los ‘Juegos Mundiales de la Mujer’, cuya segunda edición se había celebrado dos años antes en Estocolmo bajo el impulso de la francesa Alice Milliat. El COI decidió entonces incluir cinco pruebas atléticas femeninas para su siguiente cita, tres carreras (los 100 metros, los 800 y el relevo 4x100) y dos concursos (el salto de altura y el lanzamiento de disco).
El debut de la competición femenina en el programa de atletismo se produjo el 30 de julio con las eliminatorias de los 100 metros, pero la primera competición en repartir medallas fue la de lanzamiento de disco, que celebró la calificación y la final el mismo día, el martes 31 de julio. Participaron un total de veintiuna mujeres en representación de una docena de países. El derecho a competir por los metales se lo jugaron por la mañana, repartidas en dos grupos, doce en el primero y nueve en el segundo. Había seis plazas en juego de las que cuatro las consiguieron lanzadoras incluidas en el primer grupo, con las tres primeras siendo además las que lograron mejor marca de la media docena de finalistas. El lanzamiento más largo correspondió a la gran favorita, la polaca Halina Konopacka, ganadora dos años antes en los Juegos mundiales y poseedora del record mundial con un 39,18 conseguido el año anterior a la cita olímpica. Una marca de la que se quedó a un solo centímetro en la calificación, que dominó con casi dos metros y medio de ventaja sobre la estadounidense Lillian Copeland.
Halina en acción en la prueba de lanzamiento de disco de los JJOO de Amsterdan.
La final se disputó por la tarde y no tuvo más color que el vistoso rojo de la boina con la que polaca competía siempre. Un toque de elegancia en una mujer con físico de modelo, caracter decidido y una habilidad natural para todo tipo de deportes. De origen tártaro, morena, de metro ochenta de altura, largas piernas, potentes brazos y una mentalidad adelantada a su tiempo, Halina había practicado el esquí antes que el atletismo, al que llegó en sus tiempos de universitaria en Varsovia, cuando la nieve estaba demasiado lejos para poder practicar su deporte favorito. Su triunfo en la final de lanzamiento de disco en Amsterdan fue incontestable gracias a un registro de 39,62 con el que no sólo logró la victoria y la primera medalla de oro del atletismo femenino sino que, además, estableció un nuevo record mundial. En el podio la acompañaron la estadounidense Copeland, una versátil lanzadora, con marcas de primer nivel tanto en disco como en peso o en jabalina, que sería su sucesora en el palmarés olímpico cuatro años después, y la sueca Ruth Svedberg, participante también en las pruebas de 100 metros y el relevo 4x100.
El triunfo de Konopacka, conseguido además el año en que se celebraba el décimo aniversario de la independencia de Polonia, tuvo un enorme eco en su país. De vuelta a casa, Halina fue recibida por las máximas autoridades y se convirtió en toda una celebridad. A ello contribuyó el hecho de que era mucho más que una deportista de éxito con indudable atractivo físico. Hablaba varios idiomas, se desenvolvía a la perfección en los eventos sociales y tenía inquietudes que iban más allá del ámbito deportivo. Pronto comenzó a alcanzar fama también como escritora, con la publicación de libros de poesía y la edición de una revista de deportes. Y a finales del año olímpico volvió a ser noticia de portada, pero en esta ocasión por un acontecimiento mundano, su boda con el político Ignacy Matuszevsky, miembro del COI y secretario del tesoro de Polonia.
Portada de la revista deportiva editada por Halina
Como era de esperar en una mujer con sus fuertes convicciones y su caracter independiente, las costumbres de la época no iban con ella así que el matrimonio no impidió que Halina continuase practicando deporte. En 1930 volvió a triunfar en la prueba de lanzamiento de disco de los Juegos Mundiales de la mujer, celebrados en esta ocasión en Praga. Y cuando un año después decidió abandonar el atletismo no fue para quedarse en casa. Además de continuar con su carrera literaria, comenzó entonces a competir con éxito en tenis y a disputar rallyes al volante de un potente Lancia. Mientras tanto, su marido progresaba en política y llegaba a ministro del tesoro.
Retratos de Halina y su marido, Ignacy Matuszewski
La vida les sonreía a ambos pero poco después su mundo se derrumbó poco menos que de repente. El 1 de septiembre de 1939 los tanques alemanes atravesaron la frontera entre Alemania y Polonia. La imparable invasión de las tropas de Hitler obligó al gobierno polaco a organizar una rápida evacuación de todo lo que se pudiera salvar. Siendo el marido de Halina el ministro del tesoro, su responsabilidad se centró en sacar del país las reservas de oro del banco central polaco. Una operación en la que se utilizaron como medio de transporte autobuses y coches particulares. Uno de estos último lo conduce Halina, que forma parte del convoy que atraviesa el país, moviéndose de noche por carreteras secundarias en dirección a la frontera con Rumania. Pese a la cercana presencia de las tropas de la Wermacht y a la constante amenaza que suponen los aviones de la Lutwaffe, logran salir del país y emprenden entonces un largo viaje por mar, con escalas en Estambul y Beirut hasta llegar a la costa sur de Francia. Desde ahí, sintiéndose ya a saldo, deciden trasladarse a París, donde el general Sikorski está organizando el gobierno y el ejército polaco en el exilio. Tarea a la que se destina parte del oro rescatado por la arriesgada expedición liderada por Ignacy y Halina.
La ciudad de la luz se convertía entonces, por unos meses, en su nuevo lugar de residencia. Pero la guerra les perseguía como a tantos millones de europeos durante aquellos años. Poco después la teóricamente infranqueable línea Maginot queda literalmente a un lago ante el arrollador avance de los Panzer del general Guderian a través de Holanda y Bélgica. En unos días las tropas alemanas están ya en París mientras todos los que pueden huyen de la capital francesa buscando refugio en la campiña o tratando de alcanzar las fronteras de Suiza o España. Esta última es el objetivo de la famosa pareja polaca, que acaba siendo detenida por las en teoría neutrales autoridades españolas. Tras unos meses de cautiverio de su marido, ambos logran finalmente alcanzar Portugal para embarcarse rumbo a América y la ansiada libertad. En el camino se ha quedado la medalla de oro olímpica, que Halina llevaba en su equipaje desde que salió de Polonia y finalmente acaba perdiendo durante su convulso paso por España..
Pero pese a todos esos avatares, lo que no ha perdido la primera campeona olímpica de atletismo es su capacidad de luchar y salir adelante. Se instala en Estados Unidos, donde su marido fallece al poco de acabar la guerra, y se gana la vida retornando a su primer deporte, el esquí, a través de una escuela en el estado en Nueva York. Será una de las muchas y muy variadas ocupaciones, desde la moda a la pintura, con las que se mantendrá activa hasta su fallecimiento en 1989, año en el que, por fin, el gobierno de Polonia reconoce sus méritos y le otorga la cruz de plata al mérito a una mujer que había sido de oro por partida doble para su país: en el deporte y en la guerra.
HALINA KONOPACKA, PRIMO ORO OLIMPICO FEMMINILE IN ATLETICA LEGGERA – artículo sobre Halina Konopacka en el blog italiano SportHistoria.
BIOGRAPHY OF HALINA KONOPACKA – biografía de Halina Konopacka en la web de poesía PoemHunter
HALINA KONOPACKA - ficha de Halina Konopacka en la web SportsReference
PIERWSZA DAMA II RZECZYPOSPOLITEJ – HALINY KONOPACKIEJ ZWYCIĘSTWA, ROMANSE I DRAMATY – artículo y fotos de Halina Konopacka en la web del diario deportivo polaca 'Przeglad Sportowy'