El podcast dedicado a todo lo que tenga que ver con correr, nadar y pedalear
Daniel Ceán-Bermúdez
@daniel_cean

El mes de junio suele hacerse largo. Para muchos es el del preludio de las muy esperadas vacaciones. Y, por eso mismo, parece que no acaba de terminar nunca. También es el del paso de la primavera al verano, aunque en ocasiones el sol no se acuerde y los termómetros tarden en subir a las cifras que los amantes de la playa esperan con impaciencia.

En ciclismo, junio no precede a julio, porque para los aficionados al deporte de la bicicleta el siguiente en el calendario es, simplemente, el mes del Tour. Una vez concluido el Giro, la espera por la gran ronda francesa se hace también larga, aunque no falten en el mes de junio competiciones de muy buen nivel y más que notable tradición y prestigio. Aperitivos, en todo caso, para el plato principal que, este año, en su edición número 106, partirá el muy navarro día de San Fermín desde la muy belga Bruselas coincidiendo con el centenario del preciado maillot amarillo, prenda que lució más días que nadie (¡casi cien!) el ciclista belga por excelencia, Eddy Merckx.

Precisamente el ciclista que está embarcado en la tarea imposible de ser su sucesor en el siglo XXI, Remco Evenepoel, acabó vestido de líder (aunque fuese de azul en vez del clásico amarillo) en una de las competiciones del mes de junio, la vuelta a Bélgica. El joven prodigio del Deceuninck sigue impresionando en su temporada de debut como profesional. En el tour de su país no sólo estrenó su palmarés en la máxima categoría ganando en solitario la segunda etapa si no que se acabó llevando la victoria en la general final por delante del nuevo recordman de la hora, su compatriota Victor Campenaerts.

Mientras Evenepoel sigue haciendo camino, quien sabe si llegando algún día a emular aunque sea mínimamente los extraordinarios logros de Merckx, hay un ciclista que, aún no siendo belga, está cuajando en el 2019 una temporada que, salvando las distancias, recuerda en cierto modo a las del monstruo flamenco. Se trata del danés Jacob Fusglang, que lleva desde el inicio de campaña en los puestos de cabeza, siendo capaz de ganar tanto en pruebas de un día como en rondas de una semana. Tras brillar en las clásicas de primavera, con una serie de magníficas actuaciones que culminó ganando la Lieja-Bastogne-Lieja, el de Astana reeditó en el Dauphiné Liberé su triunfo final de hace dos años y se presenta en el Tour con ganas de seguir siendo protagonista. Pensar que pueda cambiar el amarillo del ‘pequeño Tour’ de junio por el de su hermano mayor de julio es, tal vez, pedirle demasiado. Pero a buen seguro que la va a intentar con la misma entrega y afán de lucha que lleva demostrando desde que le disputó sin éxito la victoria a Julian Alaphilippe en la Strade Bianche allá por los primeros días del mes de marzo.

El Dauphiné suele ser un buen terreno de pruebas para el Tour. Casi siempre indica quien está en buena forma de cara a la ‘Grande Boucle’. Y aunque nunca diga con certeza quien va a llegar de amarillo a París a finales de julio, en su edición de este año si que dejó claro quien no lo va a conseguir. Porque, desgraciadamente, no va a poder siquiera intentarlo. Una gravísima caída reconociendo la contrarreloj llevó directo al hospital con graves fracturas al ciclista que, al menos en lo que a número de Tour ganados se refiere, podía igualar a Merckx (y a Hinault e Indurain) en la edición de este año. Chris Froome no estará en la salida de Bruselas en busca de ese quinto Tour al que ya aspiraba el año pasado hasta que tuvo que ceder ante su compañero de equipo Geraint Thomas.

Unos días después, el ganador en el 2018 sufrió también una caída en la otra ronda montañosa de una semana que precede al Tour cada año, la Vuelta a Suiza. El galés tuvo más fortuna que su compatriota británico nacido en Kenia y todo quedó en un susto. Es posible, incluso, que lo que más asustara finalmente a Thomas en la ronda helvética fuera el rendimiento de su compañero de equipo Egán Bernal. Recuperado del accidente que le impidió tomar parte en el Giro, el colombiano se exhibió en las rampas alpinas de Suiza. ¿Quién sabe? Igual a Thomas le toca vivir en el Tour lo que el hizo experimentar el año anterior a Froome, y lo que este había hecho años antes con Wiggins. Bendito problema, en todo caso, para el antes Sky y ahora Ineos.

Aunque si hablamos de hechos anteriores que se puedan volver a repetir, ganar en Suiza no suele ser precisamente buen augurio para vencer el mes siguiente en Francia. Más bien al contrario. Veremos si el joven colombiano es capaz de romper, simultáneamente, esa especie de maldición y la disciplina de su equipo. Lo primero no son más que datos sin mayor importancia. Y en lo que respecta a lo segundo, su formación ya lo presenta con igual status que el vencedor del año pasado en su previo del Tour del 2019.

Además de las vueltas de una semana, antes del Tour hay cada año una cita muy diferente y que, personalmente, siempre me ha gustado de forma especial. Son los campeonatos nacionales. Tal vez sea por aquellos ciclistas de plástico con los que jugaba de pequeño, pintados con los colores de las banderas nacionales de diferentes países. El negro, amarillo y rojo de Bélgica levantado del sillín, el rojo con cruz blanca de Suiza sentado y bebiendo del bidón, el rojigualda de España comiendo algo y con la gorra para atrás, el tricolor de Francia con la visera hacia delante mientras el de Italia lucía un rizado cabello. Eran, junto a los que vestían los maillots amarillo y verde, las piezas más codiciadas en cada partida de canicas sobre etapas trazadas en la arena de la playa que trataban de asemejar los empinados puertos alpinos de las jornadas montañosas o las planicies de los días de llano con sus vertiginosos sprints.

Con el paso del tiempo y la cada vez mayor importancia de los intereses comerciales, los maillots de campeón nacional han ido perdiendo algo de ese valor tan distintivo. Especialmente en España, donde se mezcla además el tema político con el económico en este tipo de cosas. No en vano el clásico maillot rojo con ancha franja amarilla en el pecho que distinguía siempre al campeón nacional dejó de usarse por primera vez cuando Indurain ganó el título en vísperas de aquel Tour del 92 que partía de San Sebastián. Que el gigante navarro se convirtiera en una enorme bandera de España al paso del pelotón ciclista por Gupuzcoa en una época de lo más convulsa por eso que, eufemísticamente, se llamó ‘el conflicto vasco’ no parecía buena idea. Así que el ciclista del Banesto apenas si lució unos discretos ribetes rojigualdas en las mangas como único distintivo respecto a la ropa del resto de sus compañeros de equipo hasta que su portentosa exhibición en la crono de Luxemburgo le permitió vestirse con el color que mejor le sentaba, el amarillo.

Este año tampoco se verá el maillot de campeón de España en las carreteras del Tour, aunque el motivo sea otro muy diferente. La victoria de Alejandro Valverde, en el duelo cien por local contra Luis León Sánchez en las calles de Murcia, añade otro triunfo más el interminable palmarés del incombustible ciclista del Movistar. Pero a menos que repita éxito en el mundial de fondo en carretera a final de temporada (¡con este fenómeno nunca se sabe!), hasta después de la cita del último fin de semana septiembre, en Yorkshire, seguirá luciendo con lógico orgullo el arcoiris de campeón del mundo.

Quienes si estarán en el Tour vestidos con los colores de las banderas de sus países que los acreditan como campeones nacionales de fondo en carretera serán dos de los cinco ciclistas del Bora que se ganaron ese derecho en las pruebas celebradas el fin de semana previo a la ronda francesa. El equipo de Peter Sagan demostró que no sólo vive de los triunfos del genio eslovaco, este año mucho menos numerosos de lo que nos tiene acostumbrados. Su hermano mayor, Jurag, logró el título de su país. En Irlanda se impuso su compañero Sam Bennet. En Italia dio toda una exhibición de fuerza Davide Formolo. En Austria ganó Patrick Konrad. Y para completar la fiesta, en Alemania el cada vez más impresionante Max Schachman encabezó un triplete del conjunto de la marca de cocinas junto a Burghardt y Schillinger. Serán precisamente el germano, ganador de tres etapas este año en la Vuelta al País Vasco, y el austriaco los que luzcan en el Tour los brillantes colores nacionales en vez del atuendo verdinegro de Bora.

Otros campeones de sus países que tomarán la salida en Bruselas serán el de Argentina, Maximiliano Richeze, aunque en su caso el título ya lo consiguió hace unos meses, el de Dinamarca, su compañero de equipo en Deceuninck Michael Morkov y Sébastien Reichenbach, el menudo escalador suizo con apellido de escenario del problema final de Sherlock Holmes.

Además, por encima de todos ellos, por el significado que tiene para cualquier ciclista francés portar el maillot tricolor en las carreteras del casa, destacará la presencia en el pelotón del Tour, vestido de azul-blanco y rojo, de Warren Barguil. El tan espigado como irregular y casi siempre indescifrable ciclista galo llevaba dos años sin ganar absolutamente nada, desde su desconcertante final con el equipo Sunweb en la Vuelta del 2017 tras haber completado un excepcional Tour. Enrolado esta temporada en el modesto equipo del Arkéa Samsic, Barguil dio la sorpresa en el campeonato francés, imponiéndose en el sprint de un reducido grupo de escapados.

Un triunfo inesperado que es sólo el quinto de su trayectoria profesional, con la curiosidad de que los otros cuatro son nada menos que dos etapas en ese Tour del 2017, en el que también se impuso en el premio de la montaña, y otras dos victorias parciales en la Vuelta del 2013, cuando se dio a conocer como la enésima nueva esperanza francesa de reverdecer los laureles de los Fignon, Hinault y compañía en las grandes vueltas por etapas. Entre medias nada y después tampoco hasta el pasado domingo.

Ahora falta ver si Barguil será capaz de volver a ser protagonistas en un Tour que, sobre el papel, se presenta más abierto que los de años anteriores. El bloque del Ineos impone respeto, pero Thomas llega tocado tras el golpetazo de suiza y a Bernal le falta de experiencia lo que parece sobrarle de talento. En Movistar, Quintana y Landa están ante otra última oportunidad de luchar por algo más que el siempre difícil podio. A Fusglang se le deberá acabar la gasolina algún día en una temporada tan cargada pero eso parece que va a ser así desde mayo y ahí sigue. A Richie Porte lo que tiene que acabársele es la mala fortuna, pero igual ya es tarde. Vincenzo Nibali es apuesta segura en cuanto a espíritu de lucha, aunque tras un Giro realmente duro está por ver si el Tour no se le acaba haciendo largo. De la clase de su compatriota Fabio Aru se puede esperar cualquier cosa, aunque cada vez con menos resultados. Thibaut Pinot y Romain Bardet, con permiso del resucitado Barguil, volverán a ser la gran esperanza local, con el riesgo de volver a ser la gran decepción. A Enric Más no se le debe pedir lo que su apellido indica aunque seguro que lo busca. Urán, Zakarin y Kruijswijk seguro que se dejan ver en cabeza, lo que no está claro es cuanto y por cuanto tiempo. Y los hermanos Yates, siendo como suelen ser capaces tanto de lo mejor como de lo peor, son tan incógnita como siempre. La suya es una más de las muchas que plantean siempre las tres semanas más famosas y más esperadas del ciclismo mundial.

Como cada año, junio ha sido largo, pero ya estamos, por fin, en el mes del Tour.


fotos prensa Tour Belgium, Dauphiné Liberé, Tour Suisse, Movistar Team, Team Ineos, Team Arkéa Samsic
Audio del programa, incluye entrevista a Iván Cortina
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