VELOCIDAD: USA 2 JAMAICA 0
MARATHÓN: HAY QUE NACER EN KENIA PARA GANAR

Campeonato del Mundo de Atletismo – Londres 2017: Jornada 3

El día después de la derrota de Bolt en la final de los 100 metros, Jamaica debía resarcirse con el triunfo de Elaine Thompson en la prueba femenina del hectómetro. La reina de la velocidad en los pasados Juegos Olímpicos se había mostrado a gran nivel en series y semifinales. Su figura no suscitaba más dudas que las de índole estrictamente estética que podía dejar, en los más puristas, su enorme lazo en la frente, a lo Minnie Mouse, y sus labios pintados de azul eléctrico. Pero, a la hora de la verdad, lo único eléctrico en la actuación de la jamaicana cuando más importaba, en la final, acabaría siendo el color de su carmín. Elaine salía tan mal, o tal vez incluso peor, que Bolt lo había hecho el día anterior. Y, además, tenía menos capacidad que su compatriota para remontar y sólo podía llegar hasta la quinta posición… ¡Jamaica perdía también el oro en el cien femenino!

Y, al igual que 24 horas antes, la medalla del más preciado de los metales pasaba a tener reflejos de barras y estrellas en lugar de visos en amarillo jamaicano. Tori Bowie, la única estadounidense en la final del cien femenino, partía como la principal antagonista de Thompson, pero su arrancada era apenas mejor que la desastrosa salida de la gran favorita. Eso sí, la norteamericana pronto empezaba a acelerar mucho más deprisa. Su amplia zancada devoraba el terreno cedido en los instantes iniciales y su esbelta figura se agrandaba a medida que se acercaba a la cabeza. A falta de apenas cinco o seis metros para la meta, por delante de ella iban aun la menuda Marie-Josée Ta Lou y la escultural Dafne Schippers. Pero Bowie estaba decidida a ser la primera en alcanzar la meta. En un ultimo esfuerzo, lanzándose sobre la cinta invisible de la llegada hasta el punto de caer con estrépito nada más cruzarla, Tori lograba superar, por una centésima a la marfileña, que se mantenía corriendo erguida hasta el final, olvidándose de hacer ese gesto final de inclinarse hacia delante para arañar la centésima decisiva, y por una décima a la holandesa, digna heredera de la gran Fanny Blankers-Koen en la larga tradición de los Países Bajos en las pruebas de velocidad. Aunque para tradición velocista, la de Estados Unidos, que ganaba también el cien femenino y recuperaba la supremacía en la prueba que durante mucho tiempo había sido siempre para sus atletas pero que, últimamente, se les escapaba demasiadas veces.

RECORRIDO DE LA MARATÓN - LONDRES 2017

Unas horas antes de que se completase el programa del día con la segunda final de la carrera más corta, se habían celebrado las dos de la más larga, la de maratón. La clásica distancia de los cuarenta y dos kilómetros y ciento noventa y cinco metros es, por desgracia (o, más bien, por cuestiones económico-publicitarias), menos relevante en los mundiales, y ello se refleja incluso en su colocación en el calendario: en el primer domingo de competición en lugar de en la jornada de clausura. El motivo es que un buen número de sus mejores especialistas prefieren no acudir al mundial y reservar sus fuerzas para los mucho más lucrativos maratones del circuito de las ‘Majors’ y demás grandes eventos del ‘running’ comercial. Por ello, en Londres no estaban un buen número de los primeros del ranking mundial, esa lista en la que las banderas de Kenia y de Etiopia aparecen al lado del nombre de casi todos los situados en los puestos más altos.

Pero, aun ausentes unos cuantos de los mejores representantes de ambos países africanos, es tal la cantidad y la calidad de sus competidores en las pruebas de larga distancia que pensar en una victoria de alguien no nacido en suelo africano era una quimera, fuese en la carrera masculina, que se iniciaba a eso de las once de la mañana hora española (10 hora local), o en la femenina, disputada unas cuatro horas más tarde. En ambos casos, el recorrido salía y llegaba del ‘Tower Bridge’, el famoso puente sobre el Tamesis, uno de los iconos de la capital británica. Y, cómo si fuese una especie de alegoría sobre el sufrimiento y el éxtasis que suele acompañar a la carrera basada en la leyenda del soldado griego Filipides, iba del infierno, que en su día fueron las mazmorras de la Torre de Londres, hacia el cielo, al que apunta la cúpula de la Catedral de San Pablo, pasando a través del más terrenal de los escenarios, las calles de la City, el corazón financiero de Londres. Un recorrido de esos que se denominan ‘rompepiernas’, con subidas y bajadas, tortuoso por momentos, al que había que dar cuatro vueltas y en el que lo de menos eran las marcas, cómo, por otra parte, suele ser norma en pruebas de grandes campeonatos, en las que no hay liebres que aviven el paso y el objetivo son las medallas muy por delante de los records.

En las dos carreras el resultado parecía haberse decidido con los ataques del etiope Tola, en la masculina, y de la keniata Kiplagat en la femenina. Pero ambos midieron mal sus fuerzas y no sólo no lograron alcanzar la meta en primera posición si no que cerca estuvieron de perder incluso la segunda. A la fuga, que parecía definitiva, de Tola, respondió con prontitud el keniata Kirui, que dejó hacer al etiope por unos metros, no perdió la compostura ni el ritmo y acabó por superarle con claridad para cruzar la meta en poco más de dos horas ocho, con casi un minuto y medio de ventaja sobre su desfondado rival. De hecho, el etiope estuvo cerca de ver cómo le arrebataba la medalla de plata el tanzano Simbu, tercero en la meta, a la que llegó apenas veinticinco segundos después el británico Callum Hawkins. Espoleado por su público, el atleta local fue, sin duda, el héroe de la carrera, aunque sólo fuese por la osadía de mezclarse con los africanos y acabar a un paso de la medalla y logrando su mejor marca de siempre en un trazado nada propicio para batir ningún tipo de registro.

LLEGADA DE LA MARATÓN FEMENINA - LONDRES 2017

En mujeres, la escapada en pos de su tercer oro consecutivo de la extraordinaria Kiplagat, se vio truncada por la resistencia de su más joven compatriota de nacimiento, aunque ahora compita por Barhein, Rose Chelimo, que acabó por rebasarla con la meta ya casi a la vista y logró la victoria para el país árabe cuyos colores representa. Su duelo fue mucho más cerrado, en una carrera que resultó tremendamente igualada, con catorce atletas corriendo aun juntas cuando se pasaba ya del kilómetro 35. Finalmente, ese numeroso grupo se fue destrozando con los tirones de las más fuertes, las africanas, entre las que sólo resistió, y de qué forma, la estadounidense Amy Crag. Aunque en más de una ocasión parecía que iba a acabar cediendo, la alta norteamericana aguantó en la lucha hasta el final… y no sólo eso. En un postrero esfuerzo, y cuando apenas un kilómetro antes parecía que iba a tener que conformarse con emular al británico Hawkins cómo primer atleta de raza blanca por detrás de un trío de africanos, Amy sacó fuerza de dónde ya no debía quedar nada, rebasó a la keniata Flomena Daniel para situarse tercera y, en un agónico sprint, a punto estuvo de dar caza sobre la misma línea de meta a Kiplagat, que entró segunda con menos de un palmo de ventaja.

Entre medias de las dos maratones y la final del cien femenino, la tercera jornada del mundial de Londres dejó otros momentos para el recuerdo, aunque sus protagonistas no vayan a recibir tanta atención cómo los ganadores de otras pruebas. Y, las cosas como son, en mérito por la dureza de su prueba pocas medallas de oro serán más trabajadas que la del heptatlón, dominado al igual que en los Juegos de Río por la fantástica Nafisatou Thiam. La atleta belga de padre senegalés dominó con claridad, y aunque no superó esta vez los 7000 puntos alcanzó unos más que notables 6784 que la pusieron totalmente fuera del alcance de sus rivales, entre las que la alemana Schafër y la holandesa Vetter lucharon, literalmente, hasta el último aliento por la medalla de bronce. Las dos llegaron prácticamente empatadas al 800, pero la germana logró terminar por delante en la agonía que para los atletas de combinadas supone la carrera final después de dos días de competición.

Y aunque no sea tan ‘glamourosa’, ni salte tan alto como la extraordinaria Isinbaeva, el triunfo de la griega Ekaterini Stefanidi en el salto con pértiga es de muy especial valor ya que con esta nueva victoria, la helena añade el título mundial a los entorchados olímpico y europeo que había alcanzado el año pasado, cuando también se impuso en la Diamond League. Sin duda, Stefanidi es la nueva reina de la prueba en la que el ideal olímpico del ‘citius, altius, fortius’ se combina mejor que en ninguna otra.

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