LOS MUNDIALES DE CICLOCROSS, POULIDOR Y LOS VAN DER POEL

En 1965 Raymond Poulidor era ya una de las figuras del ciclismo francés, poco menos que el heredero designado del inigualable Jacques Anquetil. Había terminado a menos de un minuto de su ilustre compatriota en el Tour del año anterior, el quinto y último que ganaría ‘monsieur Crono’, apenas unos meses después de imponerse en la Vuelta Ciclista España, sucediendo precisamente a Anquetil en el palmarés de la ronda española. Así que cuando retornaba a las carreteras de la península ibérica para la edición del 65, liderando el potente equipo Mercier, el ya popular ‘Pou-Pou’ era el gran favorito a la victoria, con el belga Rick Van Looy o el alemán Rudy Altig cómo principales ‘outsiders’ en un recorrido no lo suficientemente montañoso cómo para que los escaladores españoles, cuyos principales exponentes eran Julio Jiménez y Federico Martín Bahamontes, fuesen a tener suficiente terreno para batir en el cómputo total a los potentes rodadores foráneos.

El inicio de la carrera era fiel a esos pronósticos, con liderato inicial para Van Looy hasta que Poulidor se imponía en la cronoescalada al puerto de Pajares y le arrebataba el maillot amarillo. El galo tomaba ventaja y parecía tener todo controlado. Pero entonces, en la octava etapa, que discurría entre Benidorm y Sagunto, se producía una de esas escapadas ‘bidón’ que el pelotón no se decide a controlar y acaban llegando con una ventaja mayor de la prevista. Entre los ciclistas que cruzaban la meta con más de doce minutos de adelanto sobre el grupo del líder estaba un compañero suyo, el alemán Wolfshohl, que le arrebataba la prenda que distingue al primer clasificado de la general. Parecía que aquello iba a ser una anécdota en el camino al triunfo final de Poulidor, pero pronto quedaba claro en las siguientes etapas que el gregario, una vez vestido de amarillo, no se resignaba a retornar a su papel secundario. Dos días después se fugaba con Julio Jiménez camino de Montjuic, consolidaba su inesperada posición al frente de la general y ya nadie podría desbancarle en lo que restaba de Vuelta. La victoria final era para el alemán, seguido a más de seis minutos y medio por su teórico jefe de filas. Poulidor terminaba en el puesto con el que se le acabaría identificando a lo largo de una larga carrera deportiva en la que no conseguiría ganar ninguna otra gran vuelta: la casi siempre amarga posición de ‘primero del resto’ que le valdría el sobrenombre del ‘eterno segundo’.

En todo caso, y aunque resultase toda una sorpresa su triunfo, no se trataba de la primera vez que Wolfshohl se interponía en el camino de favoritos nacidos en Francia. El alemán no era un cualquiera en el mundo del ciclismo, aunque bien es verdad que sus mayores éxitos antes de aquella inesperada victoria en la Vuelta a España del 1965 habían llegado fuera del asfalto; lo suyo había sido, sobre todo, el ciclocross.

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Antes de arrebatarle la Vuelta a España del 1965 a Poulidor, Rolf Wolfshohl ya había sido campeón del mundo de ciclocross en tres ocasiones

La durísima especialidad típicamente invernal, con sus competiciones campo a través sobre hierba, tierra o barro, era un invento francés de principios de siglo. Y cuando, en 1950, se organizó su primer campeonato del mundo, el ganador fue todo un ilustre del ciclismo galo, el menudo pero fortísimo Jean Robic, vencedor del Tour tres años antes. Al muy querido ‘biquet’ le sucedieron en el palmarés otros dos franceses, Roger Rondeaux, que se impuso en las tres siguientes ediciones, y André Dufraisse, poco menos que imbatible durante el lustro posterior. El espigado ciclista de la región de Limousin consiguió cinco títulos mundiales consecutivos entre 1954 y 1958, dominando especialmente cuando el terreno estaba embarrado y sus largas piernas le permitían distanciarse de sus rivales en los tramos imposibles de negociar pedaleando, dónde no quedaba más remedio que bajarse de la bici, cargarla al hombro y correr hasta alcanzar un terreno menos desfavorable para el equilibrio sobre dos ruedas.

Jean Robic ganó el Tour de Francia del 1947 y tres años después fue el primer campeón del mundo de ciclocross

Tras ganar los primeros nueve títulos en juego en los años 50, el dominio absoluto de los franceses se interrumpió en el último año de década. En el mundial de 1959, celebrado en Ginebra, no sólo no ganaron los galos si no que, por primera vez, ninguno de sus ciclistas subió a un podio cuyo escalón más alto ocupó el italiano Renato Longo. Y, a su derecha, en el peldaño del segundo clasificado, se encaramó ese Rolf Wolfshohl que cinco años después relegaría a Poulidor a igual posición en la Vuelta a España. Entre el italiano y el alemán se repartieron las victorias de los seis siguientes mundiales, con tres triunfos para cada uno, siendo el último de los conseguidos por Wolfshohl el de 1963. Así que cuando llegó a aquella Vuelta cómo gregario, el germano ya era todo un tricampeón del mundo, aunque fuese en una especialidad muy diferente a las pruebas por etapas en carretera.

El italiano Renato Longo interrumpió en el 1959 el dominio francés en el campeonato del Mundo de ciclocross, logrando en Ginebra el primero de sus cuatro títulos mundiales.

Una especialidad que, tras alcanzar en 1965 Longo su cuarto título mundial, con Wolfshohl de nuevo segundo, empezó a vivir un nuevo cambio, con España cómo escenario. El campeonato del mundo del 1966 se celebró en la localidad guipuzcoana de Beasaín, y su ganador fue un belga, de nombre Eric, cuyo apellido, portado por dos hermanos, ha acabado siendo sinónimo de ciclocross y de clásicas: De Vlaeminck. El mayor de la saga de los ‘gitanos flamencos’ (¡de Flandes!) empezó entonces un extraordinario dominio, apenas interrumpido brevemente al año siguiente, en el certamen del 67 celebrado en Zurich, cuando Longo y Wolfshohl fueron primero y segundo por última vez. Fue sólo el glorioso canto del cisne para los dos anteriores dominadores de las pruebas ciclistas fuera del asfalto. Desde 1968 a 1973 nadie pudo batir a Eric De Vlaeminck en un campeonato del mundo. Daba igual que el terreno estuviese más o menos embarrado, que el recorrido fuese más o menos duro, que las cuestas resultasen más o menos empinadas o que se tuviese que recorrer más o menos trecho a pie. El ciclista flamenco, de irascible carácter, extraordinario poderío físico y habilidad poco menos que circense sobre la bicicleta, ganó otros seis mundiales para elevar su cosecha a un total de siete, cifra que, más de cuarenta años después, ninguno otro ha podido siquiera igualar.

Con Eric De Vlaeminck y sus siete títulos de campeón comenzó la primera época de dominio belga en los mundiales de ciclocross.

El dominio belga en los campeonatos del mundo continuó otros dos años, con victorias para Albert Van Damme en 1974 y para el hermano menor de Eric, Roger De Vlaeminck, en 1975. Un triunfo que el extraordinario clasicómano consiguió en la localidad suiza de Melchnau por delante de los dos ciclistas helvéticos que interrumpirían, durante cuatro años, la racha de triunfos de los belgas: Albert Zweifel y Peter Frischknecht. Su doble podio de la prueba de casa no era una casualidad si no el principio de un lustro lleno de éxitos para ambos. Hasta final de la década de los setenta no quedó para sus rivales más que luchar por el bronce. El oro y la plata siempre eran para el dúo de ciclistas vestidos de rojo con la cruz blanca en el pecho: primero llegaba el metódico Zweifel y, a continuación, el más instintivo Frischknecht. Sin embargo, así cómo su dominio había empezado al año siguiente de disputarse el mundial en Suiza, terminó justo cuando el campeonato retornó a su país, en 1980. El maillot arco-iris volvió entonces a Bélgica, en poder de Roland Liboton, el nuevo prodigio del ciclocross venido del país dónde más se practica y ama este deporte.

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El suizo Albert Zweifel ganó cuatro campeonatos del mundo consecutivos en la segunda mitad de los años 70

En los cuatro años siguientes, Liboton consiguió otros tres títulos de campeón del mundo (consecutivos además, del 82 al 84) y un subcampeonato (en el 81). Y en las cuatro ocasiones Zweifel le acompañó en el podio, pero siempre por detrás del nuevo rey en eso de pedalear y correr con la bici al hombro. El único que pudo ganarle un mundial al belga en esa mitad inicial de los años 80 fue el holandés Hennie Stamsnijder, primer campeón con la característica elástica naranja de los Países Bajos. Un color que a partir de entonces empezó a ser habitual en los podios de los campeonatos del mundo durante una década que vio, por primera, vez una notable variedad de portadores del maillot arco-iris. Desde el 85 al 95 sólo repitió título el alemán Klaus Peter Thaler (viejo conocido de los aficionados españoles a la ruta tras su doble paso por el Teka), que vivió en el ciclocross una especie de segunda juventud, proclamándose campeón del mundo en 1985, ya cerca de cumplir los 36 años, y repitiendo triunfo dos más tarde. En esa década sólo volvió a vencer uno de los campeones anteriores, el gran Zweifel, que sumó su quinto entorchado precisamente en la edición a caballo entre las dos que terminaron con victoria del germano. Después siguieron ocho ediciones con ocho ganadores diferentes que, además, lograban el título por primera vez: los suizos Richard y Runkel, los belgas De Bie y Herygers, el alemán Kluge y el holandés Baars.

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Roland Liboton dominó la primera mitad de los ochenta, logrando cuatro títulos y un subcampeonato del mundo en cinco años

Pero mientras el ocupante del peldaño más alto del podio era casi siempre diferente en esos diez podios mundialistas desde el 85 al 95, en la mitad de las ocasiones se repetía el segundo clasificado: Adri Van der Poel. El holandés terminaba a un paso del triunfo en 1985 y volvía a ser segundo en las ediciones del 88, el 89, el 90 y el 91, además de acabar tercero en la del 92. Palmarés que convertía a Van der Poel en todo un ‘eterno segundo’ del ciclocross… a imagen y semejanza del protagonista en el inicio de este relato, Raymond Poulidor… ¡que además era su yerno! Porque resulta que el ciclista de los Países Bajos, de brillante carrera también en las pruebas de ruta, se había casado a finales de los 80 con Corinne, la hija de ‘Pou-Pou’… y cómo si esa especie de maldición que asoció al galo con los segundos puestos pasase de padres a hijos, aunque fuesen ‘políticos’, lo mismo que su suegro nunca había conseguido el maillot amarillo del Tour, el holandés no lograba vestir el arco-iris del cicloiross por más que lo intentaba. De hecho, el bronce conseguido por Van der Poel en el 92 parecía ser ya su canto del cisne. En los tres siguientes mundiales volvía a haber un ciclista vestido de naranja en cada podio, pero ya no era Van der Poel el que conseguía una medalla para el equipo neerlandés si no sus compatriotas De Vos y Groenendaal. Y eso que, por aquel entonces, el ganador de una Lieja-Bastogne-Lieja, un Tour de Flandes y dos etapas en el Tour de Francia, entre otro buen número de triunfos en ruta, se había centrado ya poco menos que por completo en la especialidad del campo a través, en busca del ansiado título mundial.

Imágenes de la victoria de Van der Poel en el Tour de Flandes del 1986

Pero el holandés no estaba dispuesto a resignarse a ese destino que parecía haber heredado por matrimonio. A sus 36 años se presentaba en la localidad francesa de Montreuil, sede de los mundiales del 1996, dispuesto a intentarlo una vez más en la que tal vez fuese la mejor oportunidad para un potente rodador de sus características. El trazado era ancho y rápido, con alguna zona de asfalto y no demasiados obstáculos. Además, las bajas temperaturas convertían las zonas de hierba y tierra en superficies duras y sin apenas nada del pegajoso barro que se agarra a los tubulares, dificultando el avance y quemando las fuerzas de los ciclistas, convertidos en corredores con bici a cuestas durante más tiempo del que les gustaría a los que, cómo el holandés, tienen en el rápido pedaleo su mejor virtud.

¡Era ‘ahora o nunca’! Van der Poel se ponía ya en cabeza desde el mismo inicio, liderando el compacto pelotón en la rápida sección inicial de asfalto con la que empezaba y terminaba cada vuelta del recorrido, cuya velocidad apenas disminuía en buena parte de la zona de hierba y tierra, compacta y casi helada por las bajas temperaturas. Enseguida se empezaban a ver en cabeza maillots de color azul junto al vistoso naranja del holandés y de su compatriota Groenendaal. Eran los ‘azzurri’ de los italianos Luca Bramati (el gran favorito, ganador del Superprestigio y la Copa del Mundo de aquel año), y Daniele Pontoni (el ‘astro nascente’ en el país transalpino, vigente campeón nacional y campeón del mundo amateur cuatro años antes). Pero aunque italianos y holandeses marcaban un fuerte ritmo, el grupo apenas si se estiraba y, vuelta tras vuelta, las distancias eran mínimas, configurándose una carrera atípica para lo que se estilaba entonces en una especialidad acostumbrada a las luchas individuales y las grandes distancias que pronto se establecían entre los competidores más y menos fuertes.

Primera parte de la retransmisión por Eurosport del mundial de ciclocross del 1996

Algo que comprobaba Groenendaal cuando trataba de abrir hueco en el tercer giro y apenas si lograba coger unos segundos de distancia antes de volver a ser alcanzado por sus perseguidores poco después. A tres vueltas del final la carrera seguía totalmente lanzada, el promedio superaba los 28 kilómetros por hora y en cabeza continuaban juntos una buena decena de ciclistas, entre los que además de los dos dúos de italianos y holandeses que llevaban desde el principio al frente, estaban, entre otros, el suizo Runkel, vigente campeón, el belga Verbecke, representante de la nación ‘ciclocrosera’ por antonomasia, y el francés Magnien, principal esperanza del numeroso (¡y ruidoso!) público local, que asistía entusiasmado a una competición extraordinariamente igualada. El galo llegaba a tomar la iniciativa tras abortar otro ataque de un ciclista vestido de naranja, el protagonizado por Van der Poel quien, por unos instantes, había tensado aun más el grupo, cogiendo unos metros de margen en compañía del italiano Bramati antes de ser neutralizados. Nadie conseguía distanciarse y apostar por un resultado empezaba a ser poco menos que imposible.

Segunda parte de la retransmisión por Eurosport del mundial de ciclocross del 1996

La última vuelta se iniciaba con el danés Djernies al frente de un grupo todavía amplio de ciclistas, que se empezaban a vigilar sin por ello dejar de emplearse a fondo, no fuera que llegase alguno otro por detrás y aun aumentase el número de aspirantes a la victoria. Una cifra que se reducía en una unidad al poco de iniciarse el giro final, cuando se iba al suelo el suizo Wabel. Quedaban delante dos holandeses (Van der Poel y Groenendaal), dos italianos (Bramati y Pontoni), un francés (Magnien), un belga (Verbecke) y un danés (Djernies).

Entonces, los ‘azurri’ y los ‘orange’ tomaban de nuevo la iniciativa cómo habían hecho al principio, liderados esta vez por Pontoni que se lanzaba a toda velocidad por el descenso de la resbaladiza zona de hierba situada antes de uno de los sectores con obstáculos artificiales, que había que franquear con la bici al hombro. Y nada más superarlos, cuando volvía a subirse a su montura para acelerar y coger de nuevo velocidad, al italiano se le iba el pie izquierdo del pedal. Era un instante de duda, suficiente para perder un par de metros justo en el momento en que Van der Poel se levantaba sobre el sillín, imprimía el máximo de fuerza a su pedaleo y atacaba cual si se tratase de un demarraje en el muro de una de esas clásicas de carretera en las que tantos triunfos había logrado.

El holandés se iba por delante, seguido a rueda sólo por el otro italiano, Bramati, que se mantenía a su espalda. A unos seis segundos, Pontoni recuperaba posiciones, enrabietado por su error y, superando rivales a derecha e izquierda, pronto se ponía al frente del grupo para iniciar la caza, primero tirando del resto, luego en solitario. Al llegar a la última zona de obstáculos, el joven italiano ya estaba a apenas cuatro segundos del dúo de cabeza, en el que Van der Poel continuaba por delante, decidido a que esta vez la victoria fuese suya. El holandés tiraba sin mirar atrás, sabiendo que tenía a un italiano pegado y al otro acercándose a paso de carga. Cuando entraban en el corto sector final de asfalto, los tres ya estaban juntos y al holandés se le encendían todas las alarmas. Eran dos contra uno y, además él era el más veterano de los tres y parecía haber hecho más gasto. Pero Van der Poel se sobreponía al terror de ser segundo otra vez que, por un momento, se había cruzado por su mente y no daba opción a sus más jóvenes rivales. Tomaba la curva final en cabeza y en los setenta y cinco metros en ligero descenso que llevaban a la meta se convertía en un gigantesco muro anaranjado que resultaba imposible de franquear para un agotado Bramati y un desesperado Pontoni. El más rápido de los italianos sprintaba con todas sus fuerzas pero sólo podía rebasar a su compañero ante la atenta mirada del holandés, que se permitía incluso el lujo de echar un vistazo atrás antes de cruzar la línea de llegada con los brazos en alto, saboreando el triunfo tanto tiempo buscado. El ‘eterno segundo’ del ciclocross ya no lo era… ¡por fin se había convertido en Campeón del Mundo!

Última parte de la retransmisión por Eurosport del mundial de ciclocross del 1996

Al año siguiente, Pontoni se resarcía de su mala fortuna en Montreuil ganando el mundial celebrado doce meses después en Dinamarca. Desde entonces, sólo han vestido el maillot arco-iris de la especialidad que mezcla pedalear con correr, bici a cuestas, sobre terrenos resbaladizos (¡y la mayoría de las veces enfangados!) ciclistas procedentes de la esquina de Europa dónde más se aprecia el difícil arte de rodar sobre hierba o barro: la situada en la antigua Flandes. Tras el triunfo de Pontoni en el 1998, los belgas han vuelto a dominar, consiguiendo trece títulos más, dos de ellos por parte del nuevo astro del ciclocross mundial, el fabuloso Sven Nys. De los otros seis, tres los ha logrado Zdenek Stybar, poco menos que belga de adopción aunque nacido en la república checa. Y los tres que faltan han sido para holandeses. Uno, el del 2000, para el compañero de Van der Poel en su lucha por la victoria del 1996, Groenendaal. Otro para el explosivo, y no sólo por su apellido, Lars Boom. Y el restante para el último campeón, hasta la fecha, vestido de naranja: un nuevo Van der Poel, de nombre Mathieu, el hijo menor de Adri y Corinne, y, por tanto, nieto de Poulidor.

Vídeo con los mejores momentos de Mathieu Van der Poel, hijo de Adri Van der Poel y nieto de Poulidor

Así que, después de todo, lo del ‘eterno segundo’ del entrañable ‘Pou-Pou’ no es una maldición hereditaria… aunque, eso sí, pese a que la familia ya tenga dos campeones del mundo sigue sin contar con alguien que haya ganado el Tour… ¡o siquiera vestido su maillot amarillo al menos un día!

MÁS INFORMACIÓN:

ANDRÉ DUFRAISSE - Artículo sobre André Dufraisse en la web francesa de ciclismo 'Poulidor.fr'

RENATO LONGO - Artículo sobre Renato Longo en la web italiana de ciclismo 'museociclismo.it'

ROLF WOLFSHOHL, EL LADRÓN DE VUELTAS – Artículo sobre Rolf Wolfshohl en la web española de ciclismo 'dclmagazine.com'

ERIC DE VLAEMINCK, EL HOMBRE QUE CAMBIÓ EL CICLOCROSS – Artículo sobre Erick De Vlaeminck en la web española de ciclismo 'ciclo21.com'

CYCLINGREVEALED'S TOP 10 CYCLOCROSS RIDERS OF ALL-TIMES - Artículo sobre los mejores del ciclocross de todos los tiempos en la web inglesa de ciclismo 'cyclingrevealed.com'

TBT: 1996 CYCLOCROSS WORLD CHAMPIONSHIPS – A SUSPENSEFUL FAN FAVORITE – Artículo sobre el mundial de ciclocross del 1996 en la web de 'ciclocross magazine'

LIKE FATHER, LIKE SON – Artículo sobre los Van de Poel en la web de 'peloton magazine'

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