EL OTRO ‘BLACK POWER’ DE MÉXICO 68

El de 1968 fue un año convulso, con las revueltas político-estudiantiles del mayo francés cómo icono de unos tiempos que estaban cambiando, tal y cómo profetizaba Dylan en su famosa canción, convertida en himno de toda una generación. El deporte no era ajeno a aquellos vientos de cambio, con unos Juegos Olímpicos cuya sede, en la ciudad de México, ya suponía en si misma toda una gran novedad. La gran fiesta del deporte mundial se celebraba por primera vez en un país de habla hispana y suponía, además, el estreno olímpico en el continente americano fuera de los todopoderosos Estados Unidos, que ya la había acogido en dos ocasiones (San Luis 1904 y Los Ángeles 1932).

Times are changing, Bob Dylan

Los Juegos de México dejaron para el recuerdo marcas imposibles hasta entonces, representadas a la perfección por el interminable vuelo de Bob Beamon en el salto de longitud. Un extraordinario salto hacia delante que simbolizaba, de forma rotunda y en clave deportiva, ese cambio que parecía impregnar todo lo que ocurría en aquellos doce meses de 1968. Pero también, o tal vez más aun, quedaron asociados en el imaginario colectivo a la reivindicación social a través del desafiante gesto de Tommie Smith y John Carlos durante la ceremonia de entrega de medallas de los 200 metros. Sus puños enguantados de negro, alzados al cielo de México mientras sonaba el himno de los Estados Unidos, se convirtieron en el símbolo más visible del ‘Black Power’ en un año que había estado marcado para la lucha contra el racismo en su país por el asesinato de su figura más representativa, Martin Luther King.

Documental de Channel 4 sobre la protesta de Tommie Smith y John Carlos en los JJOO de México 68

Pero, en un terreno totalmente diferente y estrictamente deportivo, en los Juegos Olímpicos de México se dio a conocer otro ‘Black Power’ muy diferente, el representado por los atletas de raza negra nacidos en Kenia. El joven país del este de África, independiente del imperio británico desde finales de 1963, había estrenado su palmarés olímpico en los Juegos de Tokio de 1964, siendo su primer medallista Wilson Kiprugut, bronce en los 800 metros de atletismo. Una fantástica final, con los cuatro primeros rebajando el record olímpico y victoria del sensacional Peter Snell, que reeditó su oro de cuatro años antes, en Roma, y ganó, con record mundial incluido, por delante del canadiense William Crothers y del joven atleta keniata.

Imágenes de la final de 800 metros en Tokio 1964

El éxito de Kiprugut en tierras japonesas no sería si no un tímido anticipo de lo que estaba por venir cuatro años después sobre el revolucionario ‘tartán’ que cubría la pista del Estadio Olímpico Universitario en la capital azteca, dejando atrás para siempre la ceniza, en otro cambio radical que dejaron para la posteridad aquellos Juegos. A México llegaba la delegación del país africano con un equipo de atletas que ya empezaban a ser tenidos en cuenta a nivel internacional en las pruebas de medio fondo y fondo. Y con el factor añadido de la altitud a la que se iban a disputar las competiciones, una circunstancia que se veía con temor por parte de la mayoría de sus rivales, procedentes de países situados mucho más cerca del nivel del mar que las elevadas altiplanicies del Rift, el entorno natural de aquellos competidores de piel oscura cómo el ébano y cuerpos delgados y fibrosos. A los más de dos mil doscientos metros de altitud del Distrito Federal, los keniatas se iban a encontrar cómo en casa. Y en una sola semana, la que fue del 13 al 20 de octubre del 1968, el mundo entero tuvo la primera demostración real de su innata capacidad para correr más tiempo y más deprisa que prácticamente ningún atleta nacido en cualquier otra parte del mundo.

Todo empezó con la final de los 10000 metros, la prueba más larga de las disputadas en el estadio. Una competición que, cómo era norma por aquel entonces, tenía su principal favorito en un atleta de raza blanca y origen anglosajón, el australiano Ron Clarke, en busca de lo único que faltaba en su brillante historial de triunfos memorables y grandes marcas, el oro olímpico. Sin embargo, asfixiado por la altitud en la parte decisiva de la prueba, el recordman mundial podía seguir a duras penas el ritmo que imprimían los africanos, encabezados por el etíope Mamo Wolde, el keniata Naftali Temu y el tunecino Mohamed Gammoudi, a quienes trataba de oponerse también el local Juan Martínez, jaleado ruidosamente desde las gradas por los siempre entusiastas aficionados mexicanos. Finalmente, cuando se entraba en la última vuelta, ya solo quedaban en cabeza los tres africanos, con Wolde por delante, sprintando desde el toque de campana, seguido cómo su sombra por Temu y con Gammoudi empezando a ceder. En la recta de contrameta, el etíope y el keniata doblaban a un buen número de rivales cómo si estos fueran parados, tal era la extraordinaria diferencia de velocidad entre los dos que luchaban por la medalla de oro y el resto que trataban solo de sobrevivir a una carrera demoledora que los estaba llevando al límite de sus fuerzas. En la recta final, Temu se abría a la calle dos, se emparejaba con Wolde, lo superaba cuando apenas restan cincuenta metros y cruzaba la meta en primera posición, brazos en alto, para convertirse en el primer campeón olímpico de Kenia. Sexto, exhausto y desplomándose nada más alcanzar la llegada, terminaba Clarke, que necesitaba ser reanimado con oxígeno y confesaba no recordar nada de la agónica última vuelta.

Imágenes de la final de los 10000 metros en México 1968

Dos días después era el turno de la final de los 800 metros, a la que ni siquiera llegaba el teórico favorito, Wade Bell, eliminado en primera ronda, de la que no podía pasar, debilitado su organismo por los efectos de otra de las amenazas que la naturaleza tiene reservadas en México a sus visitantes: los implacables problemas gastrointestinales conocidos popularmente cómo la ‘venganza de Moctezuma’. Sin el estadounidense en pista en la carrera decisiva, aumentaban aun más las opciones de victoria para el keniata Kiprugut, ya medallista cuatro años antes y dispuesto a lograr su segundo metal olímpico y el segundo oro para su país. El atleta de Kenia lideraba desde el momento en que los ocho competidores accedían a la calle libre, pero finalmente era superado en la última recta por el rápido Ralph Doubell, que lograba para Australia en la doble vuelta a la pista el oro que su compatriota Clark no había podido conseguir en los cinco kilómetros. En todo caso, para Kenia y Kiprugut era la medalla de plata en una prueba que, en los años venideros, depararía cada vez más triunfos para los atletas del país africano, hasta culminar, por el momento, con el doble título olímpico del fabuloso David Rudisha, campeón en Londres 2012 y Río 2016.

Imágenes de la final de los 800 metros en México 1968

Pero si hay una carrera que, con el paso de los años, se ha convertido en sinónimo de victoria para Kenia esa es la siguiente que se disputaba en aquellos Juegos del 1968 con presencia de los africanos entre sus finalistas: la de los 3000 metros obstáculos. Una prueba en la que nadie les ha ganado desde entonces, con once medallas de oro en las once veces en que han tomado parte en la misma, y con la única excepción en el palmarés olímpico de las finales de Montreal y Moscú, en las que Kenia estuvo ausente al sumarse a los boicots que redujeron la participación en ambas ocasiones. Y, curiosamente, la primera de esas once medallas de oro olímpicas logradas por Kenia en los 3000 obstáculos la conseguiría un atleta que no era, ni mucho menos, un especialista en la distancia. De hecho, cuando apenas faltaban doscientos metros para la conclusión de aquella carrera, celebrada el 16 de octubre en México, no estaba nada claro aun que el triunfo fuese a ser para uno de los dos keniatas, Bejamin Kogo, (con experiencia olímpica previa, había caído en las series de Tokio, cuatro años antes) y Amos Biwot (atleta de 5000 y 10000 y un auténtico neófito en los obstáculos), que habían impresionado con su ritmo en las series de clasificación, siendo los únicos en completarlas por debajo de los nueve minutos.

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Kogo (567) y Biwot (562), los primeros medallistas de Kenia en 3000 obstáculos

Al último paso por la ría llegaba uno de ellos, Kogo, en segunda posición, tras rebasar apenas unos metros antes al australiano O’Brien. Por delante tenía aun al estadounidense Young, y tras ellos, pero ya a unos metros que parecían insuperables en lo poco que quedaba, venían el soviético Morozov y el otro representante de Kenia, Biwot, con su peculiar estilo de paso de los obstáculos, a pies juntos y sin tocar nunca la madera a cuadros blancos y negros que los corona. Sin embargo, todo cambiaba en el trayecto entre el último salto con agua y la meta. Mientras Kogo salía más rápido del foso que Young, Biwot había dejado ya atrás a Morozow y se acercaba a toda velocidad a O’Brien, que lo buscaba con la mirada justo por el lado opuesto al que llegaba el veloz africano. En el obstáculo final, Kogo saltaba ya claramente en cabeza mientras Biwot daba el último de sus extraños brincos todavía en la cuarta posición. Pero una vez con pista libre por delante, sacaba a relucir toda su velocidad, rebasaba con facilidad al australiano y el estadounidense y tenía tiempo de sobra para superar también claramente a su compañero y alcanzar la meta por delante de todos. Kenia había logrado su primer oro y su primer doblete en los 3000 metros obstáculos y había sumado otras dos medallas a su cuenta en México… ¡ya iban cuatro!

Últimos metros de la final de los 3000 metros obstáculos en México 1968

Restaban aun tres pruebas más en las que los atletas de Kenia iban a ser protagonistas. La primera era la de los 5000 metros, cuya final se celebraba al día siguiente, el 17 de octubre. Se trataba poco menos que de una repetición del 10000, con varios de los atletas que habían luchado apenas cuatro días antes en los diez kilómetros volviendo a enfrentarse en los cinco. En la línea de salida estaban el ganador, Temu, el tercer clasificado, Gammoudi, el cuarto, Martínez, el quinto, Sviridov, y el sexto Clarke. Y también era de la partida otro atleta de Kenia que había estado en los puestos de cabeza del 10000 hasta caer exhausto a poco del final, dando con su delgado cuerpo fuera de la pista antes de ser capaz de reincorporarse para volver a la competición y terminarla pese a que ya estaba descalificado por abandonar el tartán. Se trataba de Kipchoge Keino quien, además, no era novato en la distancia, de la que había sido quinto en los Juegos de Tokio de 1964.

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Clarke por delante de Keino y Gammoudi en la final de los 5000 metros

Con actores tan parecidos no era de extrañar que el desenlace del cinco mil fuese a ser similar, de nuevo con los africanos dominando y tres de ellos iniciando la última vuelta por delante. Además, dos de esos tres volvían a ser Temu y Gammoudi, mientras que el tercero era otro keniata, Keino. El tunecino marcaba el ritmo y parecía que iba a sufrir el mismo destino que el etíope Wolde en los 10 kilómetros, verse superado por Temu en los últimos metros. Pero el campeón de diez mil no esperaba esta vez a la recta final para lanzar su ataque, intentaba adelantar en la recta de contrameta, no lo lograba y entraba en la última curva un metro por detrás de Gammoudi y dando la sensación de no tener ya esa marcha extra necesaria para superarle. Pero sobre el magrebí se cernía entonces otra amenaza llegada de las altas llanuras del Rift, la que representaba Keino, que rebasaba a su compatriota por el interior antes de abrirse ligeramente para emparejarse con el líder en la recta final. Durante unos metros interminables para ambos, los dos corrían en paralelo, Gammoudi resistiendo, Keino intentando adelantarle. Finalmente, el norteafricano lograba aguantar y tenía incluso tiempo para celebrar la victoria, levantando los brazos mientras su pecho rompía la cinta de llegada. Keino era segundo y Temu tercero. Los ya cada vez menos sorprendentes atletas de Kenia no habían ganado esta vez, pero habían conseguido otras dos medallas que añadir a una cosecha que ya alcanzaba la media docena.

Última vuelta de la final de los 5000 metros en México 1968

El resultado ya era un éxito. Y, además, por lo que respecta a opciones individuales de medalla, prácticamente sólo había una más, y estaba a punto de no poder siquiera intentarse. Después de sufrir en el 10000 y terminar segundo en el 5000, Kipchoge Keino se encontraba físicamente machacado, con unos fuertes dolores abdominales que aconsejaban su retirada de la tercera prueba en la que estaba inscrito, la de los 1500 metros, que realmente era su mejor distancia. Ante la posibilidad de que se agravase su estado, el médico le decía que no corriese más, pero atleta no le hacía caso. Keino disputaba las series y las semifinales, lo que suponía dos carreras más que añadir a las dos de cincomil y el diez mil que ya llevaba encima, para totalizar veintitrés kilómetros sobre el tartán en apenas una semana, y se clasificaba con brillantez para la final. Pero el 18 de octubre, día en el que se disputaba la lucha por las medallas en el 1500, el keniata se sentía fatal y decidía quedarse en la cama y no tomar parte en la prueba. Sin embargo, tras dormir algo más, se despertaba cuando restaba apenas una hora para el inicio de la prueba, se sentía mejor, cambiaba de opinión y decidía participar. Cogía el autobús para dirigirse al estadio pero, en el camino, uno de los típicos atascos del habitualmente caótico tráfico del Distrito Federal, bloqueaba el avance de su medio de transporte… ¡después de todo no iba a poder competir por llegar tarde! Keino no se lo pensaba dos veces, se bajaba del bus y completaba a la carrera el algo más de kilómetro de distancia que aun restaba de su trayecto, logrando llegar a la pista con el tiempo de justo de cambiarse y unirse a los otros once competidores, entre los que estaba su compatriota Ben Jipcho, que ya no contaba con su presencia y se aprestaba a ser la última esperanza individual de medalla para el equipo de Kenia en una carrera en la que pensar en algo más que la medalla de plata era una quimera, porque encabezando la lista de participantes estaba Jim Ryun.

En aquellos años de finales de los 60, si en la lista de participantes de un 1500, o de su equivalente anglosajón, la milla, aparecía el nombre del estadounidense todos sabían quien iba a ganar. Ryun no es que fuese siempre el gran favorito, es que era el único favorito. No en vano, era el recordman mundial en ambas distancias y antes de llegar a México sumaba 48 victorias consecutivas, logradas en competiciones disputadas a lo largo de las temporadas del 1966, 1967 y lo que iba de 1968. El alto y delgado atleta de Kansas era imbatible gracias a su poderosísimo final. Un demoledor cambio de ritmo que Keyno ya había sufrido en sus carnes todas las veces que se habían enfrentado previamente, y que habían terminando siempre del mismo modo, con el keniata tratando de escaparse en cabeza, sin conseguirlo, y el norteamericano batiéndole sin remisión en los últimos metros.

Ryun contra Keyno en el 1500 en del USA vs Commonwealth celebrado en Los Ángeles en 1967

Pero la carrera de México iba a ser muy diferente. Para empezar, Ryun no las tenía todas consigo, había sufrido algunos problemas físicos a principios de campaña, con una mononucleosis que le había debilitado y, además, no se encontraba cómodo corriendo a aquella altitud. En sus cálculos estaba una carrera en torno al 3:39, casi seis segundos peor que su record mundial pero un crono notable para las condiciones en que se iba a disputar la prueba, afectada cómo todas las de medio fondo y fondo por la menor densidad del aire a tanta distancia del nivel del mar. Así que cuando Jipcho se ponía a tirar con fuerza desde la salida, y pasaba el primer 400 en 56.0, Ryun no entraba al trapo y dejaba hacer el africano, manteniéndose tranquilo en la parte final del grupo. Y tampoco se inmutaba cuando Keino tomaba el relevo de su compatriota al paso por el 800, que se superaba en 1:55.3. La carrera iba mucho más rápida de lo que el estadounidense esperaba y de lo que nadie pensaba que fuese posible a más de 2200 metros de altitud. Era imposible mantener un ritmo así, pensaba Ryun y todos los que asistían en directo a la atrevida apuesta del keniata. Pero Keino no cejaba en su empeño, se iba solo en cabeza y pasaba el toque de campana en 2:53.4… ¡por debajo incluso del record mundial de Ryun! Unos 40 o 50 metros por detrás, el norteamericano, que había ido ganando posiciones poco a poco, era aun cuarto, con los alemanes Tummler y Norpoth entre él y el increíble africano que estaba desafiando todos sus cálculos. Ya era tarde para reaccionar. Por mucho que Ryun apretaba en la última vuelta, superando a los dos germanos para acabar cruzando la meta con un magnífico crono de 3:37.89, su extraordinaria rapidez no iba a ser suficiente esta vez. Casi tres segundos antes ya había entrado Keino para ganar la medalla de oro con un fabuloso registro de 3:34.91, nuevo record olímpico y segunda mejor marca mundial de todos los tiempos.

Imágenes de la final de los 1500 metros en México 1968

Era su segunda medalla, la séptima para Kenia y, probablemente, la que, más que ninguna otra, significaba la definitiva eclosión de los atletas del país africano en la élite del medio fondo y el fondo mundial. Porque Keino había vencido al imbatible Ryun. Y lo había hecho, además, con una extraordinaria exhibición de coraje, fuerza y resistencia. Su triunfo iba a inspirar a toda una nación, a miles de niños que, cómo él había hecho años antes, corrían todos los días largas distancias camino de sus colegios en remotas zonas rurales situadas a más de dos mil metros de altitud, trotando alegres y descalzos sobre rojizos y ondulantes caminos de tierra. Ahora, además de correr porque siempre lo habían hecho así sus antepasados, tenían una meta... ¡ser campeones olímpicos!

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Keino y Jipcho celebran la victoria del primero en la final de 1500

Desde entonces, muchos de ellos lo han logrado. Y entre los que lo han conseguido ha habido uno que, además, tuvo en aquellos Juegos de México un antecedente aun más cercano a emular que por el mero y accidental hecho de ser compatriota. Porque dos días después del fabuloso triunfo de Keino en el 1500, el equipo de su país aun lograría una medalla más en México: la de plata en el relevo 4x400. Una carrera que dejaba otra de las marcas estratosféricas que produjeron aquellos fabulosos Juegos: el 2:56.2 conseguido por el extraordinario ‘Team USA’, formado por Matthews, Freeman, James y Evans, que se mantendría en lo más alto de la tabla de records durante casi dos décadas. Y justo por detrás de los inalcanzables estadounidenses entraría en meta el cuarto relevista de Kenia en aquella carrera, Daniel Rudisha, padre del actual campeón olímpico y recordman mundial de los 800 metros, David Rudisha.

Final del 4x400 en los Juegos Olímpicos de Mexico 1968

La segunda medalla de oro lograda por Rudisha en Río fue, por tanto, la tercera conseguida por su familia. Y, junto a las muchas ganadas por los atletas de Kenia desde aquellos Juegos de México, acercó aun más al país africano a la redonda y simbólica cifra de cien metales en los Juegos Olímpicos. Un hito que alcanzaron el 21 de agosto del 2016, cuando Eliud Kipchoge cruzó primero la línea de meta situada en el ‘Sambodromo’ de Río de Janeiro. Y de ese centenar de medallas, noventa y tres han sido logradas en atletismo, sin duda el deporte rey en un país dónde correr no es que sea una ‘forma de vida’ si no mucho más, ya que forma parte de la vida diaria de sus habitantes desde siempre. Y tras los éxitos de Keino y sus compañeros en 1968, se ha convertido, además, no sólo en un fin en si mismo si no en un medio para lograr una vida mejor.

MÁS INFORMACIÓN:

A HIGH TIME FOR SPRINTERS—AND KENYANS - Artículo sobre los JJOO de México publicado en Sports Illustrated en octubre de 1968

LATE FOR THE OLYMPICS: THE AMAZING STORY OF KIPCHOGE KEINO - artículo de Karl Smallwood sobre Keino en México 68

THE TRIUMPH THAT INSPIRED KENYAN RUNNERS TO BE GREAT – artículo de William C. Rhodenaug sobre la inspiración que supuso Keyno para sus compatriotas

JIM RYUN AND KIP KEINO DOCUMENTARY – documental sobre Jim Ryun y Kip Keino con entrevistas a ambos

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