¡TERMINAR ES EL MAYOR TRIUNFO!

California: sol, playas, cuerpos jóvenes y atléticos tostándose sobre la arena y practicando deporte. A principios de los años 80, entre esa juventud despreocupada, feliz de vivir en una parte privilegiada del mundo, se encontraba una chica de 23 años llamada Julie Moss. Cómo la mayoría de jóvenes de su edad, pensaba sobre todo en disfrutar y el surf era su máxima pasión. Surcar las olas en perfecto equilibrio sobre una frágil tabla de madera y fibra de vidrio llenaba el tiempo de ocio que le dejaban sus estudios de Educación Física. Unos estudios que, a mediados del 1981, Julie estaba cerca de completar. Para ello, necesitaba un tema para la tesis con la que conseguir su graduación. Y no sabía cual iba a ser hasta que un día, viendo en televisión la retransmisión que la ABC hacía de una prueba que empezaba a hacerse popular por aquel entonces, el Ironman de Hawai, tuvo la idea perfecta… ¿qué mejor tema para una tesis de educación física que participar en esa exigente prueba ella misma y analizar los factores relacionados con su preparación y desarrollo? Sobre todo porque, siendo un asunto de estudios, su madre no pondría pega alguna para costear los gastos que supondría ir a Hawai, el paraíso del surf y de los cuerpos esculturales, dónde había estado brevemente de vacaciones hacía unos años, soñando siempre con volver desde entonces.

Dicho y hecho, Julie proponía el proyecto a su tutor académico, adornándolo con términos como ‘consideraciones psicológicas’ y ‘análisis anaeróbicos’ que le daban un indudable aspecto científico. Y una vez aprobado el tema de la tesis, la financiación familiar tampoco era problema, al fin y al cabo se trataba de un trabajo imprescindible para conseguir la graduación. ¡Por fin iba a volver a practicar surf en Hawai! Y, ya puestos, a disfrutar de aquellas playas rodeada de chicos guapos, y atléticos... cómo ese tal Scott Molina, cuyo bello rostro le había cautivado viendo el ironman por la tele, pese a que acabó sucumbiendo al esfuerzo cuando corría en pos de la victoria y hubo de ser retirado en camilla. Un aviso de la dureza de la prueba que, en todo caso, apenas si quedó registrado en su mente, superado por la belleza del paisaje, el atractivo de los musculosos atletas y el deseo de retornar a la paradisíaca isla del pacífico.

Imágenes de la llegada de los primeros clasificados en el ironman de 1981

Evidentemente, eso de nadar casi cuatro kilómetros, cubrir más de ciento ochenta en bicicleta y, a continuación, correr los cuarenta y dos y algo de una maratón sonaba realmente duro. Pero, sin haberse enfrentando nunca a ningún reto ni siquiera remotamente similar en ninguna de las tres especialidades, natación, ciclismo y carrera, Julie no era en realidad consciente de la magnitud del evento. Para tener una primera idea de a qué se enfrentaba, la joven californiana decidió apuntarse a un medio ironman que se celebraba en Santa Bárbara en el mes de septiembre. Sin más contratiempo que un pinchazo, reparado amablemente por otro competidor mientras ella reponía fuerzas, comiendo un sándwich de mermelada y mantequilla de cacahuete, Julie lograba alcanzar la meta sin apenas fijarse en el tiempo empleado. Al fin y al cabo, se trataba sólo de probar y ahora, al menos, ya sabía que podía completar la mitad de la distancia a la que se iba a enfrentar en Hawai unos meses después.

De todas formas, le preocupaba sobre todo la maratón final. Así que en diciembre, cuando restaban solo un par de meses hasta de su cita con el ‘ironman’ de Hawai, debutaba en ‘la carrera de las carreras’ tomando parte en la que se celebraba en Oakland… y empezaba a vislumbrar la dificultad del reto que tenía ante sí. En torno al kilómetro 30 de la prueba Julie se daba de bruces con el famoso ‘muro’ que todo maratoniano teme y se quedaba totalmente sin fuerzas. Deseosa de dejar atrás cuanto antes tan mala experiencia, no se le ocurría nada mejor que participar, apenas tres semanas después, en otra maratón, la de ‘Mision Bay’. En su segundo intento sobre los 42 kilómetros y 195 metros, se marcaba cómo objetivo un ritmo tranquilo de ocho minutos para cada milla (cinco el kilómetro). A mitad de competición todo iba mejor de lo planeado, tres minutos por debajo de la marca prevista, así que se detenía tranquilamente en el avituallamiento y descansaba esos tres minutos extra que llevaba. Sin embargo, el ‘muro’ volvía a estar ahí, esperando unos kilómetros más allá, esta vez hacia el 35. Y aunque su segundo ‘golpe’ contra esa barrera invisible no era tan duro, acababa echando de menos los tres minutos de margen ya que, agotada, cruzaba la meta justo tres por encima de su marca objetivo de tres horas y media. Ya había experimentado lo que significaba terminar una maratón.

Una semana después, Julie aterrizaba en Hawai decidida a disfrutar de dos semanas de estancia en la isla antes de tomar parte en la prueba objetivo (y excusa) de su viaje, el ironman. Durante esos quince días se alojaba en casa de unos familiares, que vivían a unos 50 kilómetros de distancia de Kona, y completaba su más bien escasa preparación centrándose en los otros dos deportes, natación y ciclismo, de los que era una total novata a nivel competitivo. Para ello, en lo que al sector ciclista se refiere, se apuntaba a una contrareloj que discurría por el trazado a utilizar en el ironman. Y aunque nunca había hecho más de 200 kilómetros en bici a lo largo de una semana, a Julie no se le daba mal el debut, ya que acaba tercera pese a añadir a los aproximadamente 70 kilómetros del tests cronometrado los 50 del desplamiento desde su lugar de estancia, que realizaba también en bicicleta.

Ir y venir dando pedales desde casa de sus familiares hasta Kona en otras tres ocasiones, para nadar en la bahía y reconocer el recorrido del sector inicial del ironman, era el resto de su entrenamiento antes del gran día. Apenas unos meses después de descubrir el ‘ironman’ por la tele, allí estaba Julie, con una mezcla de nerviosismo y expectación ante lo que tenía por delante, siendo uno más de los casi seiscientos competidores que esperaban el disparo del cañón de salida para lanzarse a las aguas de la bahía de Kona y empezar con la prueba de natación. La californiana completaba sin problemas los casi cuatro kilómetros a nado y empezaba la sección de bicicleta encontrándose bien y sin prestar especial atención ni a su crono ni a la posición que ocupaba. Al fin y al cabo, el resultado era lo de menos, se trataba de llegar a la meta y vivir la experiencia, para que sirviese cómo base en esa tesis con la que conseguir la ansiada graduación y justificar esas vacaciones pagadas de surf y playas en Hawai.

Los kilómetros sobre la bicicleta iban pasando y Julie continuaba sintiéndose a gusto. Pronto se daba cuenta, además, de que una cámara de la ABC la estaba siguiendo. Y eso, tal y cómo recordaba del reportaje visto por la tele el año anterior, no podía significar más que una cosa… ¡iba entre las primeras mujeres clasificadas! De hecho, ocupaba la tercera posición en la categoría femenina cuando alcanzaba la segunda y última transición, en la que tenía una inesperada ‘avería’ en su equpamiento. Cuando se estaba cambiando de ropa antes de empezar la carrera, se le rompía el tirante del sujetador y tenía que convencer a una de las voluntarias de la organización para que le cediese el suyo, ya que no quería afrontar la maratón sin esa prenda.

Imágenes de la ABC sobre la actuación de Julie Moss en el Ironman de 1982

A poco de iniciarse los 42,195 kilómetros finales Julie alcanzaba a la primera clasificada hasta entonces, Pat Hynes, y pasaba a liderar la prueba. Lo impensable podía ocurrir… ¡tenía posibilidades de ganar! El objetivo ya no era sólo terminar, y el amplio margen que tenía sobre su más inmediata perseguidora, Kathleen McCartney, parecía asegurarle el triunfo. De hecho, al llegar a la media maratón, Julie contaba con una ventaja de ocho minutos que debía ser más que suficiente para llegar a la meta en cabeza. Acompañada por un participante australiano, Rowan Phillips, que la animaba y, de paso, se aseguraba sus buenos minutos de presencia televisiva, Julie seguía adelante y hasta se permitía bromear con los cámaras, aunque la presencia del equipo televisivo también le hacía desechar las ya muy derretidas chocolatinas que llevaba cómo único avituallamiento, no queriendo que la audiencia la viese comerlas es tan desastroso estado.

Pero aun quedaba lo peor. Empezaba a anochecer sobre la carretera que atraviesa la costa volcánica de Hawai y, en la oscuridad, el invisible muro estaba aguardando. Julie, que no se había hidratado ni alimentado todo lo que habría sido necesario, empezaba a notarse cada vez más y más cansada y con menos energía. Su ritmo y su ventaja decrecían de forma inexorable. Hacia el kilómetro cuarenta, aun con algo más de minuto y medio de margen, ya apenas podía continuar a base de un lento trote y empezaba a preocuparse por la diferencia que llevaba, preguntando a los cámaras si su rival venía cerca. Y cuando ya era noche cerrada y encaraba los metros finales, con la línea de llegada prácticamente a la vista y el público agolpado a los lados de ‘Alii Drive’ animándola, no podía más y caía al suelo. Se levantaba a duras penas y, de inmediato, se volvía a desplomar de forma dramática, cayendo de espaldas como si, en efecto, se hubiese dado de bruces contra un muro invisible. En su delgado cuerpo no quedaba un gramo de energía más… o eso parecía. Porque, entonces, Julie descubría en su interior una fuerza mental que le hacía continuar... ¡tenía que llegar!... ¡¡rendirse tan cerca de la meta no era una opción!! Se volvía a levantar, caminaba unos metros... y volvía a irse al suelo… y así varias veces en unos instantes interminables, capturados en todo su dramatismo por la televisión.

La llegada de Julie Moss en el Ironman del 82 explicada por ella misma en una emisión de Radiolab

A falta de menos de cien metros, Julie estaba de nuevo en pie y seguía siendo la primera. Restaba el último esfuerzo y, decidida a cruzar la meta corriendo, no andando, volvía a caer una y otra vez, rechazando la ayuda de los voluntarios de la organización para evitar la descalificación. Con la meta ya a la vista, Julie se tambaleaba y cada metro, cada centímetro, requería de toda su voluntad. Concentrada en su objetivo, no veía que era su madre quien le tendía el típico collar de flores hawaiano que desdeñosamente apartaba para que nada se interpusiese entre ella y la ansiada línea blanca pintada sobre el negro asfalto, que parecía alejarse en vez de acercarse. Finalmente, sus debilitadas piernas no lograban sostenerla más y Julie caía de bruces a unos escasos diez metros de la llegada. Instantes después, a su lado pasaba Kathleen McCartney, que llegaba la primera sin siquiera saberlo, confundida por el tumulto organizado en torno a su rival, tendida en el suelo, rodeada de voluntarios y público, y a la que no era consciente de haber superado.

Julie, dándose cuenta de que ya no tenía la más mínima energía para volver a tenerse en pie, había decidido seguir adelante gateando, y en esa postura había atisbado unas piernas femeninas que la superaban y le arrebataban la victoria. Pero, pese a la enorme decepción de quedarse sin una victoria que ya creía suya, en ese momento ya no se trataba de ser la primera o la segunda, ni de hacer una triunfal entrada en meta corriendo o andando. Simplemente quería llegar… ¡cómo fuese! Y si tenía que ser poco menos que arrastrándose así sería. Ante los atónitos ojos de los espectadores que seguían la carrera por televisión, ese era finalmente el modo en el que Julie conseguía, por fin, que su cuerpo superase esa anhelada raya blanca que, para ella, había pasado a convertirse en la delgada línea que separa éxito de fracaso. ¡Lo había conseguido! Lo de menos era ya haber terminado en la segunda posición.

Triatletas de los últimos años explicando cómo les inspiró Julie Moss

De hecho, perder de modo tan dramático se acababa convirtiendo en mucho más noticiable que haber triunfado. En los siguientes días, las imágenes de sus últimos y agónicos metros dieron la vuelta al mundo, convirtieron a Julie Moss en todo un icono del triatlón y fueron uno de los factores que contribuyeron a extender la popularidad del nuevo deporte. Su determinación y fuerza de voluntad inspiraron a miles de hombres y mujeres a afrontar el reto del ironman. Entre ellos, a un tal Mark Allen, a quien Julie entonces ni siquiera conocía y con quien se acabaría casando unos años después… ¡Pocas veces habrá cambiado tanto la vida de alguien una tesis de fin de estudios! Porque para Julie Moss hubo un antes y un después de aquel ironman de 1982. De ser una desconocida estudiante pasó a convertirse en una celebridad. Y, sobre todo, descubrió la esencia de un deporte al que se había acercado poco menos que de casualidad y que, a partir de entonces, se convirtió en el centro de su vida.

Kathleen McCartney y Julie Moss recuerdan 35 años después el Ironman del 1982

Desde aquel febrero de 1982, Julie no ha faltado prácticamente nunca a la cita con el ironman de Hawai, primero como participante (aunque nunca lograra mejorar su segunda plaza del debut) y después acompañando a su marido. Y treinta años después, Julie protagonizó un retorno aun más especial. En la edición del ironman de Kona del 2012, volvió a estar de nuevo en la línea de salida, esperando el cañonazo que indica el momento de lanzarse al agua para iniciar la prueba. Y, junto a ella, se encontraba la ganadora de aquel ya lejano ironman de 1982, Kathleen McCartney. Pero esta vez, más aun incluso que entonces, lo de menos era quien de las dos llegaba por delante. Ambas se habían entrenando juntas para conmemorar el treinta aniversario de una carrera que no sólo cambió sus vidas si no que, sobre todo, cambió la historia del triatlón.

MÁS INFORMACIÓN:

The Most Famous Finish in Ironman History: Julie Moss Takes You Through Her Race – artículo publicado en la web ironman.com en el que Julie Moss recuerda la prueba del 82

Julie Moss – 21 Years and Lot of Living Later – artículo publicado en la web ironman.com el 4 de febrero del 2003 con comentarios de Julie Moss

IRONMAN Looks Back: Hall of Fame Member Julie Moss – – artículo publicado en la web ironman.com el 25 de febrero del 2013 con comentarios de Julie Moss

Triathlon: Winner who didn't finish first– artículo de Vincent Mallozi publicado en el New York Times el 18 de octubre del 2003 con comentarios de Julie Moss y Katleen McCartney

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