EL INGLÉS QUE INTERRUMPIÓ SUS VACACIONES PARA GANAR UN ORO OLÍMPICO

Los Juegos de Estocolmo en 1912 marcaron varios hitos en la, por entonces, aun breve historia Olímpica. Y lo hicieron no sólo por su excelente nivel organizativo, que supuso un antes y un después para las siguientes citas. Además, por vez primera hubo participantes de los cinco continentes, cumpliéndose con ello una de las aspiraciones del principal promotor del ideal olímpico, el Barón Piere de Coubertin. Y por última vez fue posible la presencia de competidores inscritos a título individual, fórmula que se abandonó a partir de los siguientes a favor de las representaciones por equipos nacionales. En la cita sueca se admitieron ambas opciones y, precisamente, uno y otro caso eran el del estadounidense Abel Kiviat y el británico Arnold Jackson, los dos atletas que acabarían protagonizando una de las carreras más celebradas de la competición de atletismo, la final de los 1500 metros.

A sus diecinueve años de edad, Kiviat ya era toda una referencia en el mundillo atlético y formaba parte del potente equipo que los Estados Unidos enviaron a Estocolmo. Una formación de 174 hombres que viajó a la capital sueca en una bien organizada expedición transatlántica. Al joven atleta de origen neoyorquino y ascendencia judía le tocó compartir camarote en la larga travesía con un compañero de equipo recién llegado al atletismo, el nativo americano Jim Thorpe, todo un portento físico que ya era famoso por sus hazañas con el balón ovalado del fútbol americano. Como bien conocido era también Kiviat, no en vano poseía el record mundial de los 1500 metros. Una plusmarca que, además, había establecido de forma consecutiva en tres ocasiones a lo largo de apenas un par de semanas, con su mejor crono, 3:55.8, logrado ante quince mil espectadores que llenaban las tribunas del estadio de la Universidad de Harvard.

Jackson, en cambio, no había sido incluido en la selección del Reino Unido. Al fin y al cabo, este estudiante de leyes en Oxford practicaba el atletismo de forma ocasional, lo mismo que se dedicada a otros deportes como el remo, el golf, el hockey o el fútbol en su versión original europea. Eso si, lo de correr no se le daba nada mal, era el presidente del club atlético de su universidad y había ganado la milla del clásico encuentro contra la de Cambridge. De todas formas, llegada la fecha de los juegos de Estocolmo, en verano del 1912, Arnold estaba de vacaciones de verano en Noruega, dedicándose a la pesca y sin preocuparse lo más mínimo por entrenar más allá del ejercicio que suponía jugar al golf de vez en cuando. Pero, entre salmón y salmón pescado en los ríos noruegos, decidía que, ya que estaba cerca de Suecia, igual no era mala idea acercarse por Estocolmo, inscribirse en los Juegos a título particular y participar en la competición. Así que cogía un tren, se presentaba en la capital del vecino país y se apuntaba en la prueba de los 1500 metros.

El caso de Jackson no era ni mucho menos raro entonces. De hecho, un compatriota suyo, y rival a nivel universitario, ya que pertenecía a Cambridge, hacía lo mismo. Se llamaba Phillip Baker, tenía el record británico de la milla pero había sido batido por Arnold recientemente y había quedado impresionado por el sprint de aquel alto y rubio chico de Oxford. Así que, dejando rivalidades universitarias aparte, y siendo consciente Baker de que las opciones de triunfo británicas pasaban por el veloz final de Jackson como único modo de batir al potente equipo estadounidense, le prometía ayudarle si ambos alcanzaban la final.

Para ello, tanto los británicos como sus rivales debían superar una exigente criba, ya que los competidores se repartían en siete semifinales, la mayoría de ellas con seis participantes, y sólo los dos primeros de cada una tendrían derecho a competir por las medallas. Entre esos catorce que pasaban a la carrera decisiva estaban los dos atletas independientes del Reino Unido, tres suecos, un francés, un alemán… ¡y nada menos que siete norteamericanos! El poderoso contingente yanqui contaba no sólo con el recordman mundial Abel Kiviat, si no que también se habían ganado su puesto en la final Mel Seppard, doble campeón olímpico en 800 y 1500 cuatro años antes, John Paul Jones, poseedor del tope mundial amateur de la milla, y el prometedor Norman Taber, que había igualado con el anterior en la distancia de los 1609 metros durante los campeonatos amateurs USA y se presentaba también con credenciales de favorito.

La carrera se celebraba a primera hora de la tarde del miércoles 10 de junio, con las tribunas del estadio olímpico de Estocolmo llenas y una notable expectación ya que el plantel de participantes era el mejor nunca reunido hasta entonces en una prueba del 1500. De salida lideraba el galo Henri Arnaud, que se mantenía en cabeza durante las dos primeras vueltas. Pero al paso por el mil, que se hacía en 2:39, los americanos tomaban el mando, primero con Taber al frente y, después, con el gran favorito, Abel Kiviat, que aumentaba el ritmo. El grupo se iba estirando y sólo el sueco Ernst Wide y los dos británicos, Jackson y Baker, eran capaces de mantener el contacto con el cuarteto estadounidense formado por Kiviat, Taber, Jones y Sheppard. Entre los dos ingleses, Baker hacia honor a su palabra y tiraba de su joven compatriota, Jackson, que llegaba así con sus opciones intactas a la parte final de la carrera.

En la vuelta final entraban los norteamericanos en cabeza, aunque uno de ellos, Sheppard, pronto era superado por Jackson que empezaba a remontar posiciones y se situaba ya cuarto, justo tras los ‘yankees’, que le precedían en cerrada formación de tres en fondo. Las crónicas de la época dicen que para evitar que nadie adelantase a su líder, Abel Kiviat, aunque lo más probable es que cada uno estuviese haciendo la guerra por su cuenta y lo que buscaban tanto el ‘recordman’ mundial como sus compatriotas, Taber y Jones, era la victoria. Pero en su pelea no contaban con el británico, que surgía por el exterior de la última curva y los superaba a todos con su larga zancada y potente final. El espigado atleta de la Universidad de Oxford rompía la cinta de meta para lograr la victoria por delante de Kiviat y Taber, que llegaban tan igualados como para hacer imposible saber, a simple vista, quien de los dos había entrado por delante. Por fortuna, los suecos tenían prevista la eventualidad de casos así y habían instalado un sistema de ‘photo finish’ que sería usado por primera vez en la historia para dilucidar que la medalla de plata era para Kiviat y la de bronce para Taber.

En lo que no había duda era en el triunfo de Jackson, que lograba la medalla de oro y, con 21 años, se convertía en el campeón olímpico más joven de la distancia. Un hito que se tardaría mucho en superar, nada menos que 96 años cuando, en Pekín 2008, Asbel Kiprot lo conseguía con 19… aunque, eso si, tras cruzar la meta segundo y ser proclamado vencedor posteriormente por descalificación de Ramzi, que dio positivo en el control antidoping.

En todo caso, volviendo a Jackson, pese a su juventud el oro de Estocolmo seria su máximo logro deportivo. Por un lado porque, como declaraba tras ganar la carrera que, hasta muchos años después se seguía considerando la mejor de todos los tiempos, eso del atletismo estaba muy bien pero a él le gustaba más el golf o la escalada. Y, por otro, porque apenas dos años después el mundo entraba en guerra, Jackson seguía la tradición familiar, no en vano su abuelo había sido general de los famosos lanceros bengalíes, y tenía una carrera militar de lo más distinguida. Participaba en la cruenta campaña del Somme, era condecorado en varias ocasiones por su valor y volvía a batir un record de precocidad, este fuera de las pistas, al convertirse, con 24 años, en el más joven Brigadier General del ejercito de Su Majestad.

Tras la contienda, Jackson, cambiaba su apellido por Strode-Jackson, añadiéndole uno de sus nombres (se llamaba en realidad Arnold Nugen Strode Jackson), ya no volvía a competir y se dedicaba principalmente a su carrera profesional en el campo del derecho. Aun así, no se alejaba del todo del deporte, al que seguía ligado pero en facetas directivas. Primero en su Gran Bretaña natal, como miembro del British Olympic Council y siendo uno de los fundadores del prestigioso Achiles Club, que reúne desde 1920 a los mejores atletas de las universidades de Oxford y Cambridge. Y, después, en Estados Unidos, dónde estuvo entre los impulsores del famoso Derby de Kentucky. Todo ello sin dejar de practicar el golf y demás deportes en el más puro estilo amateur, como había hecho antes de la guerra y de conseguir ese oro olímpico al que llegó sin casi haber entrenado, con apenas media docena de carreras ‘serias’ disputadas y tras interrumpir unas vacaciones de pesca. Evidentemente, eran otros tiempos pero, de todas formas, el talento de Arnold Jackson tuvo que ser realmente extraordinario para lograr tal hazaña con tan escasa preparación.

MÁS INFORMACIÓN:

Stockholm 1912 set the gold standard for the modern Olympics – artículo de Frank Keating en 'The Guardian' sobre los Juegos Olímpicos de Estocolmo 1912

Athletics at the 1912 Stockholm Summer Games: Men's 1,500 metres – crónica y clasificaciones de los 1500 en Estocolmo 1912

Obscure Olympians 4: Arnold Jackson – artículo de Paul Saffer sobre Arnold Jackson

Abel Kiviat, 100 Years later, July 10, 1912– artículo de Jeff Benjamin sobre Abel Kiviat

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