EL CURIOSO ORIGEN DEL IRONMAN

Un buen número de especialidades deportivas han ido surgiendo de forma prácticamente casual, derivándose de actividades más o menos cotidianas o poniendo en práctica ideas que, en un principio, podían parecer peregrinas pero, por lo que sea, acaban calando y ganando adeptos.

En el caso de la máxima esencia del triatlón, el famoso Ironman de Hawai, su origen puede decirse que está a medio camino entre ambos casos, ya que parte de deportes previamente existentes pero se gesta en la típica ‘discusión de barra de bar’ de la que raramente sale algo provechoso más allá de la diversión del momento. Ya sabéis a lo que me refiero, esa clásica charla, en torno a unas cervezas, que va subiendo de tono a medida que cada uno defiende lo ‘suyo’ como lo mejor o lo más difícil o, como mínimo, lo más meritorio.

La escena es fácil de imaginar, al fin y al cabo todos hemos visto unas cuantas de lo más parecidas o, incluso, habremos participado en alguna de ellas. La que nos ocupa tenía enzarzados en una cervecería de Hawai, allá por finales de 1977 o inicios de 1978, a unos cuantos jóvenes deportistas, habituales competidores en algunas de las pruebas que se disputaban ya entonces en la isla de Oahu, la segunda más grande del famoso archipiélago del Océano Pacífico. Los nadadores ensalzaban las virtudes de su deporte y la dificultad del nado en aguas abiertas que requería la Waikiki Roughwater Swim, una competición de cerca de dos millas y media de longitud (3.85 kilómetros) que tenía lugar en la bahía cercana. Y los corredores minimizaban a sus colegas acuáticos, ya que para ellos no podía haber nada más duro que el clásico maratón, representando en la isla por la prueba de 42.125 kilómetros con salida y llegada en Honolulu.

Naturalmente, como siempre suele ocurrir en estos casos, era imposible que unos y otros se pusiesen de acuerdo… y menos aun cuando en la conversación interviene John Collins, un comandante de la US NAVY, recién destinado a la base del ejercito norteamericano en Hawai, y les hace ver que, ya puestos, más fuerte y resistente que un nadador o un corredor a pie es un ciclista, no en vano ha leído hace poco que el campeonísimo belga Eddy Merckx es el deportista con una mayor capacidad de consumo de oxígeno. Un argumento que, lógicamente, enseguida apoyan los presentes que han tomado parte en la más importante prueba ciclista de la isla, la carrera alrededor de Oahu, con sus 185 kilómetros de longitud.

Entonces, con la discusión ya subiendo cada vez más de tono, y con las tres facciones definitivamente convencidas de tener la razón, como no puede ser menos cuando se juntan juventud, testosterona y alcohol, el comandante Collins decide zanjar el tema del modo que mejor pueden entender todos, con una competición que aúne las tres especialidades: nadar, pedalear y correr. Algo que, en realidad, no es nuevo ya que, de hecho, el propio Collins y su esposa, Jane, vienen de tomar parte, apenas unos meses antes, en las primeras pruebas de un nuevo deporte, denominado triatlón, que han tenido lugar en la californiana ciudad de San Diego.

De todas formas, aquellos primeros triatlones, en los que ya se nadaba, pedaleaba y corría, se habían celebrado sobre distancias cortas en las tres disciplinas. Y para demostrar que deportista es realmente el más fuerte y el mejor preparado hace falta más… ¡mucho más! Así que Collins lanza una propuesta loca: juntar en una sola competición las tres más representativas de la natación, el ciclismo y la carrera a pié que se celebran anualmente en la zona. Es decir, nadar las 2.4 millas en aguas abiertas de la bahía de Waikiki, circunvalar la isla en bicicleta siguiendo el recorrido de la Around Oahu Bike Race, con sus 115 millas (185 kilómetros, haciéndolos, además, todos seguidos en lugar de repartidos en dos etapas como era habitual en la prueba ciclista), y completar la jornada con los 42.125 kilómetros de carrera a pié del maratón de Honolulu. Y para arengar aun más a los, imagino, ya muy exaltados contertulios de tan animada reunión, el comandante Collins les exhorta con la frase que acabaría dando origen al nombre de la insólita prueba: ‘A aquel que termine el primero le llamaremos el hombre de hierro’… ¡había nacido el ‘Iron Man’!

Unos días después, en el soleado amanecer con el que se inicia el 18 de febrero de 1978 en Oahu, quince valientes (entre los que estaba el propio John Collins, por aquello de predicar con el ejemplo), se dan cita en la playa para dar comienzo a la competición que, de una vez por todas, dejará definitivamente claro quien es el más fuerte y mejor preparado. A todos se les entregan unas hojas de papel en las que se describen someramente las normas y el recorrido a seguir, terminando el texto escrito en las mismas con otra frase que ha perdurado en el tiempo, hasta convertirse en el slogan de los posteriores ‘ironman’: "Swim 2.4 miles! Bike 112 miles! Run 26.2 miles! Brag for the rest of your life!"(¡Nada 3.85 kilómetros! ¡Pedalea 180 kilómetros! ¡Corre 42.125 kilómetros! ¡Presume de ello el resto de tu vida!).

Los quince se lanzan a las frías aguas del Océano Pacífico para afrontar los casi cuatro kilómetros de natación en mar abierta. De vuelta a la arena de la playa, el primero en abandonar el agua, casi una hora después, es un veterano del Vietnam, de nombre Archie Hapai, experto nadador que pocas fechas antes ha tratado, sin éxito, de completar las 26 millas de travesía entre Ilio Point y Sandy Beach. Un fracaso que le ha empujado a este nuevo reto de no solo nadar sino, además, pedalear y correr. Pero a Hapai el largo recorrido en bicicleta, compartiendo carretera con el tráfico diario, se la hace extremadamente duro y pronto empiezan a rebasarle otros competidores que han terminado ya por encima de la hora la fase inicial de natación que él ha hecho en poco más de 57 minutos.

El primero en alcanzar y sobrepasar al nadador es John Dunbar, que había empezado el tramo de bicicleta algo menos de tres minutos más tarde. Una distancia que, aun perdiendo unos minutos preciosos mientras consigue que alguien le preste un pantalón corto para sustituir al bañador, pronto enjuga para convertirse en el segundo líder de la extraña competición que apenas siguen de reojo los viandantes y los conductores camino de sus quehaceres del día.

Dunbar, miembro del cuerpo de élite de los NAVY SEALS, está acostumbrado al duro entrenamiento militar y termina en cabeza los 180 kilómetros del sector de ciclismo, que se ven endurecidos cuando el sol da paso a unas oscuras nubes que acaban descargando con fuerza sobre los cada vez más castigados competidores.

Empieza entonces la tercera y definitiva fase del desafío, el recorrido de la maratón de Honolulu. Cuarenta y dos kilómetros y ciento veinticinco metros que Dunbar inicia en solitario, seguido, a trece minutos, por Gordon Haller, un taxista de turno de noche entusiasta de la preparación física.

Haller, que suele practicar en sus pocas horas libres las tres disciplinas, sabe que su punto más débil es la natación, así que no se desanima cuando concluye la primera fase de la prueba en octava posición, a más de 20 minutos del líder. Y antes de empezar el recorrido en bicicleta, se toma incluso su tiempo con una reparadora ducha en un hotel situado en el paseo marítimo.

Aun así, a medida que avanza la larga etapa ciclista, Haller va superando uno a uno a los que le habían precedido en la natación. Y lo hace con dos bicicletas, ya que inicialmente utiliza una de un amigo, con desarrollos largos para ganar velocidad en las rectas llanas de la parte inicial del trazado, sustituyéndola después por la ‘Raleigh’ que usa para ir al trabajo todos los días, más adecuada para la zona más montañosa de la parte final del tramo ciclista, que completa en la segunda plaza, a esos ya comentados trece minutos de distancia del todavía líder, Dunbar.

Un margen que Haller, con experiencia previa en maratón, recorta con rapidez pese a que tiene que detenerse en varias ocasiones, aquejado de calambres. Pero su rival está sufriendo tanto o más y a antes de mitad de recorrido ha tenido también que detenerse para recibir un masaje de su grupo de apoyo. Una ayuda externa permitida en las someras reglas de la competición y que cada participante ha organizado a su manera, con amigos que les siguen en bicicleta o les esperan en determinados puntos del recorrido para proporcionarles agua, alimento o, simplemente, ánimos.

Finalmente, y pese a las pausas para recuperarse en lo posible de los calambres, Haller se despega de un cada vez más agotado Dunbar, a quien sus ‘ayudantes’, terminada el agua que llevaban para darle, le proporcionan cerveza como poco adecuado sustituto, contribuyendo definitivamente a su derrota.

Los últimos kilómetros son ya de dulce agonía para Haller, que cuando avista la llegada desde lo alto de Diamond Hill, a apenas tres kilómetros de la meta, se sabe ganador y usa las últimas fuerzas que le quedan para completar el extraordinario reto en once horas, cuarenta y seis minutos y cuarenta segundos de esfuerzo continuado que le convierten en el primer Iron Man.

Pero, después de todo, cuando once de los quince que tomaron la salida alcanzan la llegada, lo de menos ya es el origen de la apuesta. A nadie importa ya si tenían razón los que abogaban por la superioridad de los nadadores, los corredores o los ciclistas. Para todos lo realmente importante había sido ser capaces de lograr el objetivo, habían nadado 3.85 kilómetros, pedaleado 180, corrido 42.145 y, definitivamente, ¡podrían presumir de ello el resto de sus vidas! Y no solo de eso, podían presumir de haber iniciado la historia de una competición que, con el paso de los años, se ha convertido en todo un clásico del deporte mundial.

Fotos: Karim Agaoua

MÁS INFORMACIÓN:

February 18th 2013, 35 Years Ago Today - artículo de Kevin Mackinnon en la web ironman.com en el 35 aniversario de la primera edición

Reglamento original del primer Ironman - web trihistory.com (fichero pdf)

Famous Triathletes: John Dunbar - web triathlonfacts.com

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